Escritor del Mes

Fernando Alegría

Por Wellington Rojas

Considerado como uno de los más valiosos representantes de la Generación del 38, Fernando Alegría (1918-2005) ha cultivado con acierto la narrativa, el ensayo y la poesía. Precisamente a la lírica pertenecen los versos de Changing centuries, editados por Latin American Literary Review Press, Pittsburg, Pennsylvania. Aparecen aquí algunos poemas publicados con anterioridad en México en su obra Instrucciones para desnudar la raza humana (1979).

“Hace un momento / cien personas con un pie en el vacío danzaban / en brazos de sus jueces / Los testigos armados de dinamita dicen que solo fue un fogonazo / que los anillos del rocío / que el aliento cargado de las parejas cayendo del Cerro Santa Lucía / que al darse la orden de fuego se apagó la ciudad / que allí nunca hubo nadie / que el cine que el crepúsculo / que las penas de un viejo olvidadizo / Que la cacha de la espada / Nada / Estuvieron / no están / Entiérrense en el Diario Oficial”. Lo anterior son versos de su poema Acto de desaparición. En Los viejos estandartes evoca a toda una legión de forjadores de una sociedad, de toda una nación que ya no existe: “son los invisibles carpinteros del tiempo, / profesores de una historia vivida al rojo, / abogados de una causa sin efecto, / estudiantes sin aulas, guitarras sin manos, / panaderos, fotógrafos, pescadores, / gráficos, carteros, maquinistas, / secretarias, mineros, enfermeras, / inflados nadadores en el río de Manríquez, / aportillados andinistas pintados de cal, / barrenderos de un parque de recuerdos, / cajeras, boticarios, curas, colonos”. De visita en México llega hasta la casa donde fue asesinado León Trotsky en 1940. Así, en Museo de Coyán, leemos: “voy por grandes piezas que se vigilan. / Se fueron ya los viejos desconcertados, / venimos de extrañas tierras a dejar en las brasas nuestras bufandas, / las botas y los morrales bajo piedras marcadas por la sangre, / los cuchillos me siguen paso a paso, / la suave primavera, de pie junto al enrejado, sopla su aliento de amapola”.

Algunos poemas nos hablan de juegos infantiles, de niños en la playa; otros evocan a Washington DC: “recuerdo esta ciudad hecha de flores. Vecina a un ancho río de cemento, / sus atrios, sus iglesias con motores, / suspiran a la luz sus monumentos”. También hay versos dedicados a Neruda, a Orlando Letelier, a las ruinas de Tikal, al poeta Roque Dalton y a combatientes caídos en un colegio jesuita en San Salvador. Al estilo de El libro de las preguntas, de Neruda, Alegría interroga: “¿De dónde salen las señales del sol, hacia qué torres nevadas? ¿Por qué van los trenes distraídos, será que los caminos se han bebido el estero? ¿Será que vivimos en el gesto de las gaviotas? ¿Con el gato oscuro sentado en el brasero?”

Los poemas de Changing centuries son dignos de un sitial de honor junto a las mejores novelas y ensayos de Fernando Alegría, figura de relevancia en las letras hispanoamericanas.


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