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A 50 años de la entrega del Premio Nobel

Pablo Neruda, el político: sus visitas a Magallanes.

El pasado jueves 21 de octubre, se cumplieron cincuenta años de la entrega del Premio Nobel de Literatura al escritor chileno, Pablo Neruda (1904—1973). Era la tercera vez que un autor latinoamericano recibía el mayor galardón en el mundo de las letras. Antes habían sido distinguidos la poetisa y educadora chilena Gabriela Mistral en 1945 y el novelista guatemalteco Miguel Ángel Asturias, en 1967. Consignemos que después de Neruda, sólo tres escritores oriundos de América Latina han recibido tan importante Premio: el novelista y cuentista colombiano Gabriel García Márquez en 1982; el poeta y ensayista mexicano Octavio Paz en 1990; y el novelista y dramaturgo peruano Mario Vargas Llosa, en 2010.

El logro alcanzado por Neruda fue recibido con gran regocijo en la mayoría de los países latinoamericanos, aunque ya en ese tiempo, la poesía del vate chileno era valorada y reconocida mundialmente. En aquél entonces, en representación del gobierno de la Unidad Popular, el poeta desempeñaba funciones como Embajador de Chile en Francia, país que expresó su saludo a través de autoridades de gobierno encabezadas por su presidente, George Pompidou y por distintas instituciones artísticas, educativas y culturales. En Chile, el presidente de la República, Salvador Allende, manifestó su alegría a los distintos medios de comunicación en una reunión en La Moneda en donde improvisó un emotivo discurso diciendo:

“Mis estimados compatriotas. El Premio Nobel de Literatura ha sido otorgado a un chileno. A Pablo Neruda. Este galardón que incorpora a la inmortalidad a un hombre nuestro es la victoria de Chile y de su pueblo y además de América Latina. Esta extraordinaria y significativa distinción pudo y debió haberla alcanzado Pablo Neruda hace años”.

Seguramente Allende pensaba en el año 1963, cuando el vate chileno fue candidato al Premio Nobel de Literatura en una nómina que incluía a un sexteto de autores: el británico Wystan Hugh Aden, el irlandés Samuel Beckett, el japonés Yukio Mishima, el danés Aksel Sandemose y el griego Giorgos Seferis. Incluso, llegó a conformar la terna final, junto a Auden y Seferis, quien finalmente obtuvo el ansiado accésit.

Vínculo con la política.

Nos parece muy difícil soslayar, la extensa producción literaria de Pablo Neruda, de su intensa vida política. Aún más. Recordemos que el poeta había publicado sus primeros libros, “Crepusculario” en 1923; “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, en 1924 y tres obras en 1926: la novela “El habitante y su esperanza”; los poemarios “Anillos” (en colaboración con Tomás Lago) y “Tentativa del hombre infinito”, cuando fue nombrado por el presidente Carlos Ibáñez del Campo, cónsul en Rangún, Birmania en 1927. Neruda inició aquí con veintitrés años una larga carrera diplomática, que lo tuvo de viajero permanente por varias ciudades y países, como Sri Lanka, isla de Java, y Singapur; Buenos Aires, en Argentina; Barcelona y Madrid, en España. Durante esa época, publicó las dos primeras partes de uno de sus títulos más celebrados, “Residencia en la Tierra” y también, “España en el corazón”.

A mediados de 1939, Neruda fue comisionado a Europa por el presidente Pedro Aguirre Cerda con el cargo de cónsul especial para la inmigración en París, para traer a Chile a ciudadanos españoles que escapaban de la Guerra Civil que se libraba en territorio hispano. Neruda destacó por su capacidad organizativa, al conseguir financiamiento adicional en Buenos Aires, Rosario y Montevideo, que aseguró el éxito de la empresa. Finalmente, logró arrendar el barco “Winnipeg” que zarpó del puerto de Pauillac, en Francia, llevando consigo a 2.078 refugiados y luego de treinta días de navegación, recalaron en Valparaíso, un 2 de septiembre de 1939.

En reconocimiento a esta brillante misión, Neruda fue nombrado cónsul en México, país en el que escribió gran parte de su obra más importante y voluminosa, “Canto General”, libro impreso en los Talleres Gráficos de la Nación, en la capital azteca en 1950. Cinco años antes, en 1945, habían ocurrido tres acontecimientos esenciales en la vida de Neruda: en marzo resultó electo senador por las provincias de Tarapacá y Antofagasta; en julio, ingresó a militar en el Partido Comunista y en octubre, recibió el Premio Nacional de Literatura. Este es un período que se recuerda por su activa participación en la campaña que llevó al radical Gabriel González Videla a la presidencia de la República, en 1946.

Los comunistas tenían una fuerte incidencia en el mundo sindical, que ocasionó los primeros roces con el gobierno, el cual, presionado por la política exterior de Estados Unidos en el inicio de la llamada Guerra Fría, decidió dictar la Ley de Defensa permanente de la Democracia, que proscribió a los militantes del Partido Comunista y los inhabilitó de la vida cívica. Neruda se enfrascó en una violenta polémica con el presidente González Videla, que traspasó nuestras fronteras. En Caracas, Venezuela, se publicó su discurso, “La crisis democrática de Chile es una advertencia dramática para nuestro continente”. El Ejecutivo reaccionó ordenando el arresto del poeta; en tanto, la Corte Suprema sancionó en febrero de 1948, su desafuero como senador.

Neruda estuvo prófugo de la justicia hasta que consiguió huir de Chile a mediados de 1949. Exiliado más de tres años, en distintos países del extranjero publicó varios de sus nuevos libros: “Los versos del capitán”, en Italia, en 1952; “Odas elementales” (1954), “Nuevas odas elementales” (1955), “Tercer libro de las odas” (1957),  “Estravagario”, (1958), “Navegaciones y regresos” (1959), “Poesías: Las piedras de Chile” (1960) y “Cantos ceremoniales” (1961) en la editorial Losada de Buenos Aires, Argentina. En La Habana, Cuba, se imprimió su “Canción de gesta” en 1960. Y en Chile, luego que se autorizara su retorno oficialmente, en los inicios del segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo a fines de 1952, editó “Todo el amor” en 1953; “Las uvas y el viento” en 1954; y “Cien sonetos de amor”, libro publicado por la Editorial Universitaria, en Santiago, en 1959.

Primera llegada al austro.

Como dijimos en párrafos anteriores, Neruda combinaba la creación literaria con la actividad proselitista. En esa condición, se produjo la primera visita del poeta a Magallanes, en el marco de la gira a las provincias australes del candidato a la presidencia de la república, Salvador Allende, en el verano de 1964.

Neruda llegó al entonces aeropuerto de Chabunco el 15 de enero, en compañía de numerosa comitiva entre quienes se hallaban, además de Allende, los senadores Baltazar Castro y Carlos Contreras Labarca, la diputada Ana Eugenia Ugalde, el diputado Fermín Fierro y el independiente Carlos Vasallo.

Como era una tónica en las giras que Allende hacía por el país, las actividades comenzaron recorriendo esa misma tarde del día 15, las comunas y las capitales de los departamentos de la Provincia. De esta manera, la comitiva sesionó primero en el campamento petrolero de Cerro Sombrero, en Tierra del Fuego. Esa noche, pernoctaron en aquél lugar. En la mañana del 16, partieron por vía aérea a Porvenir. Aquí sostuvieron una gran concentración pública.

Al día siguiente, se dirigieron hacia las estancias de Cerro Guido y Cerro Castillo para conocer la problemática del mundo rural en Última Esperanza. En la tarde, se congregaron en el Cine Teatro Palace de Puerto Natales, donde mantuvieron un primer encuentro con sus adherentes. La presencia de Neruda obligó a efectuar una segunda concentración, el sábado 18, que tuvo al igual que el día anterior, un aforo completo.

La comitiva viajó a Punta Arenas en la mañana del día 19. Neruda había llegado el día anterior, porque debía preparar su recital poético que ofrecería en el cine Cervantes a las diez horas del domingo. En la tarde, se confirmó su presencia para la inauguración oficial de la sede del Partido Comunista en calle Chiloé 1456.

El profesor Marino Muñoz Lagos tuvo la oportunidad de entrevistarle en aquella ocasión, para una larga nota que reprodujo “La Prensa Austral” el 20 de enero. Neruda se refirió al estado de la literatura magallánica y dijo:

“Quiero destacar el aparecimiento de poetas jóvenes y respetados. Entre ellos, básteme citar a Raúl Rivera, Rolando Cárdenas y Alfonso Alcalde, que junto a varios más, cuya modestia no quiero herir están elevando el sentir de la poesía magallánica. No quisiera olvidar, en esta ocasión, el nombre señero de José Grimaldi, quien ha inmortalizado en el bronce la figura legendaria del ovejero de esta tierra. Le debemos a Grimaldi esta brecha abierta para que los nuevos poetas canten a los paralelos de la soledad y del silencio. Y junto con Grimaldi, los nombres de Osvaldo Wegmann, de Francisco Coloane que han escrito páginas maravillosas para traducir esta patria austral llena de embrujos y de encantamientos”.

Muñoz Lagos en la entrevista, recordó que el recital poético ofrendado por Neruda en el cine Cervantes estuvo repleto de público. En el evento, declamó varias de sus composiciones más conocidas como otras inéditas, incluyendo los poemas 6 y 20 del libro “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” y la “Oda a los calcetines”, que arrancaron nutridos aplausos de la concurrencia. Neruda confesó aquella vez:

“Desde años a esta parte querido amigo, he vivido nutridas experiencias. Yo he dado recitales en los sitios más insólitos de la tierra. He estado en el Palacio de la Alambra en Florencia, en la Universidad de La Sorbona en París, en los más prestigiados salones de Moscú, Londres, Buenos Aires o Río de Janeiro. Pero nunca mi querido amigo, viendo suspender una esquila en una estancia patagónica magallánica, para que escuchen mis versos. Es algo emocionante”.

En la despedida Neruda sorprendió reconociendo el estoico trabajo del sacerdote salesiano Alberto de Agostini:

“Murió lejos de Chile, país al que tanto amó. Sus obras mostraron el paisaje majestuoso de la cordillera nuestra, de nuestros ríos y de nuestras milenarias bellezas. Por este hombre ejemplar, Chile se conoce en el viejo mundo. Yo quiero, que Magallanes rinda un homenaje ejemplar al Padre De Agostini, que se levante un monumento a su memoria, en una plaza pública, donde los niños de esta región absorban sus magníficos ejemplos. Sin ir más lejos, como poeta chileno, me agradaría colocar el epígrafe de este monumento para honrar a tan ilustre descubridor de nuestros episodios patrios”.

Segunda visita.

Neruda volvió a Magallanes en diciembre de 1969. Ahora, él era precandidato a la presidencia de la República, en representación del Partido Comunista dentro de la coalición denominada Unidad Popular.

En ese momento histórico, previo a las elecciones de 1970, tanto el oficialismo con Radomiro Tomic, como la oposición de Derecha con Jorge Alessandri, habían definido sus cartas para alcanzar La Moneda. La situación se presentaba crítica en los distintos partidos y movimientos que integraban el bloque de izquierda, donde no se lograba el consenso para levantar la candidatura única de quien pudiera representar a todo el conglomerado.

En este contexto de incertidumbre, se produjo la llegada de los diputados comunistas Leopoldo Ortega y Hugo Robles, a objeto de preparar el programa de actividades del político y poeta. Neruda llegó a Punta Arenas el 16 de diciembre acompañado de su mujer, Matilde Urrutia, del senador Volodia Teitelboim y del diputado Luis Guastavino. En el hotel Savoy ofreció una conferencia de prensa, acompañado de su séquito y por dirigentes regionales del comunismo, entre quienes se contaban, Luis Godoy y Américo Fontana. Allí esbozó parte de su proyecto de gobierno:

“Nuestra concepción es el de una revolución sin apellidos, una revolución chilena, en la que terminemos con el analfabetismo, en el que habrá sitio para la cultura que hoy no alcanza a tener una relación directa con el pueblo. Nuestro gobierno será de varios partidos y no de una colectividad ni de un hombre que es un monarca sin corona. Nuestro gobierno será pluripartidista y llegará a todo el pueblo”.

Esa tarde, la Municipalidad lo declaró “Huésped Ilustre de Magallanes”. La alcaldesa de la comuna, Nelda Panicucci Bianchi leyó un emotivo discurso en que sobresalen estas ideas:

“Como Alcalde, como maestra y como mujer, con el legítimo orgullo de lo nuestro, con la sutil femeneidad substantiva de Patria, en nombre de mi ciudad, Punta Arenas, quiero expresar el reconocimiento de admiración por lo que Pablo Neruda representa para los chilenos y la lengua castellana; nuestro homenaje de gratitud por lo que Pablo Neruda chileno, significa en el concierto internacional del intelecto y por el prestigio y gloria que con su nombre aureola el nombre de nuestra Patria”.

En la mañana siguiente, Neruda brindó un brillante recital poético en el aula magna de la Universidad Técnica del Estado. Esta vez, el maestro Marino Muñoz Lagos hizo una sólida presentación biográfica y literaria del bardo en un auditórium abarrotado de público. El diario “El Magallanes”, medio periodístico que cubrió el evento, señaló respecto de la exhibición de Neruda:

“Con emoción que no pudo ocultar, concentrado en su máximo grado y con la característica voz tranquila, pausada y altamente expresiva de los sentimientos que lo embargan cuando lee sus poemas, Neruda inició su recital para todo público con “Mamamadre”, delicado poema que dedicó a quien lo crió, lo educó y a quien nunca le pudo decir madrastra”.

“Las páginas más hermosas de sus poemas transportaron a la concurrencia que pudo admirar una vez más la extraordinaria personalidad poética de Pablo Neruda, quien, después de una hora de lectura, terminó su recital con “Oda al Gato” y “Cuando”. Una cerrada ovación de pie que brindó el público puso término al acto cultural que tuvo especial brillo”.

Neruda retornó a la capital a sabiendas que su precandidatura a la presidencia de la nación tenía los días contados. Los máximos dirigentes del comunismo chileno, Luis Corvalán y Volodia Teitelboim convencieron a Salvador Allende que su postulación era la única salida viable que evitaría la división de la Unidad Popular. En ese instante, los comunistas “bajaron” a Neruda. Su actitud, sirvió de ejemplo para que los otros partidos y movimientos de la coalición hicieran lo mismo con sus postulantes. El objetivo era forzar una nueva elección interna en el Partido Socialista, la que se realizó en los últimos días de 1969.

El nuevo año empezó con Salvador Allende como líder único de la izquierda y la elaboración de un programa de gobierno, “las cuarenta medidas”, que recordaba muchas de las propuestas que el precandidato Neruda enfatizaba en cada una de sus visitas a las distintas provincias.

En la madrugada del 5 de septiembre de 1970 se conoció la victoria de la Unidad Popular, triunfo ratificado por el Congreso Nacional semanas más tarde. El nuevo gobierno nombró a Pablo Neruda embajador en Francia. A contar de ahí, la historia es conocida. A los festejos y reconocimientos por el Premio Nobel de Literatura, se agregó el homenaje tributado por el pueblo chileno en el Estadio Nacional, el 5 de diciembre de 1972. Estaba en marcha el proyecto del Encuentro Mundial de Literatura –nacido en las aulas de la Universidad Técnica del Estado- que pensaba realizarse en Chile en noviembre de 1973, cuando el golpe de Estado y la muerte del poeta, truncaron la posibilidad que Magallanes se reencontrara con Pablo Neruda.

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