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REMEMBRANZAS

Por el escritor César Retamal.

Para un escritor no es fácil hablar de otro escritor. Sobre todo, cuando se hace para recordar a un amigo y que es -dentro de la literatura hispana- uno de sus más grandes exponentes. Nos parece mentira que estemos recordando sus 110 años de su natalicio. 

En vida, fue un hombre entregado, no sólo de su quehacer literario, sino que también fue un creador profundamente preocupado de su gente, como del diario acontecer de ellos.

Su estatura literaria como su físico imponente, le daban un realce tan significativo que, en ninguna parte, podía pasar desapercibido; haciendo uso de su natural histrionismo. Él mantenía, en forma muy natural y espontánea, que no se perdiera ese vínculo tan sustancial que él tenía para con sus semejantes.

Su inconfundible vitalidad creadora era conocida por nuestra gente; y como buen creador, gustaba de visitar lugares donde se pudiera relacionarse el uno con el otro, sin mediar las diferencias sociales o de razas que tanta desunión causan, aún en estos días.

Él era un hombre preocupado, no sólo de su tiempo, sino que sintió como suya la gran responsabilidad de mediar  desde las letras en estos grandes y complejos problemas que suscitan tantas divisiones y conflictos sociales.  Sobre todo, en ésta nuestra América Latina, donde el nacimiento de nuestras nacionalidades ha presentado  no sólo desde antes de la ocupación española hasta nuestros días esas grandes dificultades que han impedido una sociedad más unida, solidaria y progresista.

Mi amistad con Francisco data de muchos años, y se debió –en ese entonces – en una relación política donde confluimos, siendo yo un joven militante de las JJCC, y él un distinguido y reconocido militante del PC.

En los años ´56, Chile vivía una efervescencia social tan grande como la vivida en las últimas décadas, y Pancho aportaba su gran capacidad narradora, dando conferencias y charlas de tradiciones y costumbres de pueblo. Nos enseñaba la importancia del conocimiento hacia la naturaleza como la del sentido de pertenencia al terruño. Pero además nos enseñaba en sus exposiciones, la importancia que tenían las plantas, hierbas y arbustos en la medicina.  Y ya en ese momento, elevaba su voz por la preservación de la naturaleza y su medio.  Además de esto, era un ser de extraordinaria sensibilidad y preocupado de disfrutar de la vida, en todos sus aspectos.

A medida que pasó el tiempo -yo, en lo personal- empecé a desarrollar mis inquietudes literarias y pude relacionarme con Virginia Vidal, Carlos Mellado, Luis Alberto Mancilla, Volodia Teitelboim, José Miguel Varas, José Viciani, y de tantos otros…

A pesar de ser yo muy joven, fui acogido por estos grandes de las letras nacionales, quienes me orientaron en el oficio.

Años más tarde, del ´62 – ´70, marché a Europa donde viví largos 8 años en Alemania Oriental (de ésa época); y al regresar, retomé mis vínculos literarios, donde pude relacionarme nuevamente con estos grandes de las letras. En ese entonces como país vivíamos grandes cambios sociales, donde todos aquellos quienes sentimos el compromiso del cambio, estuvimos profundamente interesados al quehacer político-cultural, en llevar a cabo estos grandes ideales.

Si bien esta situación no nos permitía vernos con frecuencia, de una u otra forma estábamos en permanente contacto.

Una de los lugares habituales en ese entonces, era juntarnos en “La Piojera”, cuando el tiempo lo permitía; y allí Pancho se deleitaba compartiendo sus maravillosas aventuras y experiencias, con un sentido ingeniosamente pedagógico. 

Uno de sus “compinches y rivales” -el gran escritor y médico Osvaldo Quijada–se demostraban sus afectos y rivalidades de una forma muy ingeniosa y divertida, a la luz de un vaso de vino y un gran causeo a la chilena -especialidad de la casa- preparado en ese mismo lugar.  Recuerdo que eran largas horas de tertulia, donde nadie quería ser el primero en marcharse; porque se le “descueraba”… 

Osvaldo, era de tiro largo; luego, le seguía Pancho… pero llegaba el momento en que sí o sí había que retirarse…

Al salir, y a sugerencia de Osvaldo, nos íbamos al Mercado Central, donde reponíamos fuerzas con un gran caldillo de pescado. Entonces Pancho me pedía que lo acompañara a su casa y ahí se sumaba Osvaldo, quien vivía muy cerca uno del otro.

Ya de madrugada, cruzábamos el Parque Forestal y nos íbamos conversando amigablemente, hasta llegar a la casa de Pancho, donde él nos ofrecía un cafecito al paso…

Llegó el ´73, y las cosas cambiaron bruscamente para todos… muchos nos vimos obligados a marcharnos a otras tierras.

En lo personal, el año ´82 regresé desde la Argentina y me re-integré a las actividades literarias. Nuevamente tomé contacto con Osvaldo, y algún tiempo más tarde, con Pancho. Para mi alegría, me encontré con los mismos amigos de antes, con una amistad crecida y fortalecida en el tiempo. Nos unían las mismas inquietudes y preocupaciones por el quehacer humano.  Así fue hasta que partió uno primero y después el otro.

Al fallecer Osvaldo, fuimos con Volodia a su funeral, donde tuve el honor de despedirlo, y hablar en representación de la SECH; lamentablemente de Pancho no pude despedirme como hubiese querido, por estar en ese momento muy delicado de salud.

Para finalizar este recuerdo, con motivo de conmemorar el 110 aniversario de nacimiento de quien fuera en vida uno de los grandes narradores del habla hispana y de nuestro país, Francisco “Pancho” Coloane,  rendirle un merecido y afectuoso tributo en su memoria.

Queremos expresar aquellos quienes fuimos sus discípulos, que nos encontramos empeñados en preservar su valioso legado.

Junio 2020.

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