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A LOS 92 AÑOS FALLECE POETA YOLANDA LAGOS

La Sociedad de Escritores de Chile, SECH,lamenta informar el fallecimiento de Yolanda Lagos Garay. Reconocida poeta nacida en Puerto Montt en 1928, su obra estuvo particularmente marcada por los paisajes de Chiloé, territorio que amó toda su vida. En su homenaje transcribimos las palabras “in memoriam” de Juan Pablo del Río.

(in memoriam)

            Conocí a la poeta Yolanda Lagos, en 1986, en la “Casa del Escritor”, específicamente en el “Refugio López Velarde”. En ese rincón de la casona, nos reuníamos varios escritores jóvenes de ese entonces: Eduardo Robledo, Javier del Cerro, Jorge Núñez, entre otros. La dinámica del lugar, consistía en tomar cerveza o vino (más cerveza que vino), hablar de poesía y recitar nuestros versos imberbes. Se sumaban al barullo imperante, algunos poetas mayores (en edad y poesía), Recuerdo a Stella Díaz, Edmundo Herrera y a Yolanda Lagos, quién aparecía en escena con parsimoniosa venia y esbozando una sonrisa de cortesía. –Oye, le puedes decir a “Minita” que me traiga una Pilsen- Era una orden a la cual, no se podía decir que no, so riesgo de recibir, alguna invectiva de parte de la pequeña mujer, de gran melena blanca. A poco andar y después de varias botellas del líquido dorado, comenzaban las lenguas a soltarse y la timidez a desaparecer; así emergían como hongos después de la lluvia, poetas siempre dispuestos a recitar sus versos (me incluyo), a un público que éramos nosotros mismos. Ritual que manteníamos los días lunes, hasta que el “estallido social” nos sacó de circulación.    

            Yolanda se ponía de pie y con gesto severo y determinado recitaba un hermoso poema, llamado “Permanezco” (recuerdo siempre ese poema). A veces también cantaba un aria operática o algo que pretendía serlo. Ahí afloraba del pecho de aquella mujer de aspecto frágil, una vigorosa y potente voz, causando tremenda impresión; especialmente en quién la escuchaba por primera vez. Desde ese encuentro inicial entablamos amistad. No puedo decir que fui su gran amigo, pero un tiempo la visité, en su pequeño departamento en los alrededores del parque forestal. Recuerdo celebrar su cumpleaños en febrero, en la terraza del viejo edificio que habitaba, bajo la amable brisa de la tarde; acompañada de muchos escritores que como ella también se han ido. Supe por sus palabras, que era chilota; que viajaba todos los años a esa mítica tierra y que traía una maleta llena de ristras de piure y choros secos. Comí alguna noche de invierno en su casa, una exquisita sopa picantísima, mientras bebíamos un fraternal vino tinto. Amaba su tierra natal, de hecho su último libro “Parajes bajo un cielo azulado” versa sobre esos paisajes maravillosos del sur de Chile. Supe que tenía un hijo, que estaba en el extranjero. Que vivía con su hermana Lady, desaparecida un día como un fantasma. Que había sido pareja del escritor Juan Godoy, autor de la novela social “Angurrientos” (compañero de ruta de Nicomedes Guzmán). Que el mismo Pablo de Rokha, le había escrito un prólogo y que ante la pregunta por consejos literarios, el viejo le había contestado:   -Compañera, yo no doy consejos, ni los acepto.

            Creo que como De Rokha, Yolanda también era una poeta telúrica, bien lo señala el fotógrafo Martín Huerta, en la contratapa de su última publicación. Su poesía repleta de imágenes y paisajes, atravesada de un suave lirismo, nos remite a un espacio también si se quiere “lárico”, como suele suceder con los poetas de la “frontera”.

            Hoy en medio de esta pandemia, me entero de su fallecimiento. Confieso que traté de volver a verla, pero las circunstancias de la vida no lo permitieron y me siento triste por ello. Fue una persona generosa conmigo. Supe mucho de la cultura chilota a través de nuestras conversaciones. Quiero recordarla ahora como una mujer de carácter fuerte y explosivo, pese a su delicada figura. De una poeta con voz propia, perteneciente a una generación de grandes poetas chilenos. Lamentablemente, no vamos a poder velarla en nuestra casa, ni podremos brindar con los amigos por la sensible desaparición de una poeta chilena, que nos dejó una obra que da cuenta, de un paisaje y un mundo ya desaparecido y que sólo habita en sus versos.

Adiós querida Yolanda. 

PERMANEZCO

Permanezco en el lugar de todas las ausencias,

en espera de ese alguien que se asoma y se aleja,

en medio del placer y la agonía.

Aunque nadie me entregue su señera esperanza,

permanezco.

Entre los copiosos días

y los desesperados arrepentimientos,

en las turbulentas precipitaciones

y los grandes olvidos,

aunque la muerte calcine lo querido,

permanezco.

Con violines trizando caracoles,

sobre brumas, orillas y naufragios,

sumida en el delirio de encontrar lo imposible,

permanezco.

Y me admiro de que un espejo me recoja entera.

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