Los escritores opinan

Nicomedes Guzmán, hijo de la clase proletaria

Por Roberto González

El escritor Nicomedes Guzmán fue uno de los grandes referentes literarios de la generación del 38, generación literaria y editorial nacida al alero de los movimientos socio-políticos que el año 1938 fueron capaces de llevar de manera colectiva una organización política al poder -como fue el Frente Popular- bajo la figura del presidente Pedro Aguirre Cerda. No es casual que justamente este mandatorio proponiendo un inédito método político de gobernar es educar fuera quien liderara una coalición de izquierda, transformacional y con el gran apoyo de artistas y escritores, Nicomedes Guzmán, Violeta Parra o Volodia Tetelboim –entre otros- trabajaron incansablemente por el Frente Popular y por la llegada de Pedro Aguirre Cerda a la presidencia. Justamente cuando esto ocurría, Nicomedes Guzmán recientemente había contraído matrimonio con Lucía Salazar Vidal y vivía en la calle Germán Riesco hoy Alejandro Fierro, comuna de Quinta Normal.  

Los principales libros de Nicomedes Guzmán son “Los hombres obscuros” de 1939 y “La Sangre y la Esperanza” de 1943, ambas novelas entraron fuerte al escenario literario de aquellos años en Chile por resultar ser las principales obras de realismo social proletario que se han escrito en nuestra historia literaria. Nicomedes Guzmán al ser un hijo de la clase obrera y habitante de conventillos y cités capitalinos, supo describir la dura realidad de una clase social obrera santiaguina poco retratada en novelas y cuentos desde una pluma narrativa muy robusta, que se mueve entre lo fino de sus detalles estéticos hasta el peso de una realidad marginal que roza lo brutal. Como dijo alguna vez Pablo Neruda en el prólogo de uno de sus libros:  “Cuando Nicomedes Guzmán descargó sus libros tremendos, la balanza se vino abajo porque nunca recibió un saco tan verdadero. No era un costal de joyas. La verdad pesaba como una piedra. Los dolores llenaban aquellos libros andrajosos y deslumbradores que se nos echaban a la conciencia” (Prólogo de Pablo Neruda a “La Ceniza y el Sueño”).

Y fue justamente la capacidad literaria que Nicomedes Guzmán tuvo para retratar la cruda realidad de las clases populares de comienzo del siglo XX, que lo llevaron el año 1944 a ganar el premio municipal de Literatura de la Municipalidad de Santiago con “La Sangre y la Esperanza”,  novela que en tres momentos logra retratar la vida y luchas de la familia Quilodrán, familia obrera trabajadora del mundo de los tranvías y que ha de ser la gran referencia para dar cuenta como Nicomedes Guzmán logra construir una visión autobiográfica de su propia vida en esta novela. La familia Quilodrán vive en un cité ubicado en Mapocho 2480 esquina con García Reyes, lugar donde también la familia de Nicomedes Guzmán vivió aproximadamente entre 1918 y 1928. “Bajo, de una estatura que traicionaban apenas unos cuantos edificios de dos pisos, arrugado, polvoriento, el barrio era como un perro viejo abandonado por el amo… Allá, la calle San Pablo. Acá, el depósito de tranvías y los grandes talleres de la Compañía Eléctrica” (Guzmán, 1943). 

Nicomedes Guzmán en verdad llevaba por nombre Oscar Nicomedes Vásquez Guzmán, utilizaba su segundo nombre y su segundo apellido como seudónimo artístico como forma de homenajear a su padre Nicomedes Vásquez y a su madre Rosa Guzmán, es más su primera novela se la dedica a ellos: “A mi padre, heladero ambulante y a mi madre, obrera doméstica”. Nació en 1914 en el barrio Club Hípico en la comuna de Santiago, pero luego en 1918 la familia debió cambiar su domicilio hasta el barrio Mapocho: “…inmediato al escuálido río del mismo nombre, refugio de vagabundos, trabajadores del ripio y recolectores de desperdicios posibles de industrializar. Un barrio trágico, pero de una arisca y avasallante belleza que intenté desentrañar ambientalmente en mis novelas “Los Hombres Obscuros” y “La Sangre y la Esperanza” (Guzmán, 1954).

Además de estas dos novelas, Nicomedes Guzmán publicó una gran cantidad de libros de cuentos, otras novelas, poesía, compilaciones de otras y otros escritores de su admiración como Carlos Pezoa Véliz, Marta Brunet o Baldomero Lillo y participó como editor de libros de Oscar Castro, Francisco Coloane o María Carolina Geel, todos estos libros fueron escritos y publicados bajo el fino trabajo de Nicomedes Guzmán desde la comuna de Quinta Normal, pues la familia del escritor a comienzos de la década del 30 cambia nuevamente su domicilio desde Mapocho con García Reyes y se va a vivir a José Besa 225, donde vivían los abuelos de Nicomedes Guzmán.  

El cambio de casa desde los profundos cités de Mapocho en la comuna de Santiago a las nuevas calles de la naciente comuna de Quinta Normal, provocaron una añoranza juvenil en Nicomedes Guzmán por sus antiguas calles mapochinas que hicieron prender la mecha en este muchacho por escribir sus antiguas vivencias en esos barrios, sobre todo sumado al ímpetu que en Quinta Normal existía en la década de 1930 de poder participar en el mundo de las letras de alguna forma, instalando un inédito ambiente literario que movilizaba a niños y niñas de esos años por la creación artística en la comuna, otro escritor quintanormalino y contemporáneo con Nicomedes –Marcial Tamayo- al recordar esta infancia escribió alguna vez: “Ambos ya habíamos empezado a escribir en “El Peneca”. Nicomedes firmaba Ovaguz y yo Juan Nesmy. Por esos días formamos un “Centro cultural y deportivo” para montar comedias, recitar y cantar acompañados de un par de guitarras. En el patio de la casa de Manuel Carrera, en el callejón Loyola, frente al correo, hoy matadero de animales, instalamos un ring y nos dimos a competir con los cabros de la “Sociedad Figueroa Alcorta” (Tamayo, 1964).

Diversos factores despertaron la inquietud de la juventud quintanormalina por la literatura y las artes: un proceso de desarrollo industrial que fomentó el aprendizaje formal de diversas artes y oficios, la gran masividad que la industria de la tipografía y la impresión alcanzaba en barrios populares, la inclusión de la literatura como eje central del desarrollo cultural del país y el auge de las publicaciones y los periódicos locales para fomentar la discusión política local, entre otros factores, ayudan a explicar porque en las calles quintanormalinas este muchacho despertó su inquietud por escribir. Entre las calles José Besa, Arteaga y Loyola, Nicomedes Guzmán realizando poemas, crónicas, ilustraciones y cuentos, se transformó en un activo colaborador de la revista infantil El Peneca (1908-1960) bajo el seudónimo de Ovaguz, de hecho, el año 1934, fue parte de la creación del Centro Artístico y Literario de “El Peneca”, organización creada en reconocimiento a la revista y a su directora. 

Era tanto el ímpetu narrativo que se vivía en las calles de Quinta Normal entre la juventud obrera de la década del 30, que los amigos del barrio de Nicomedes Guzmán y que también intentaban convertirse en aclamados escritores, vieron con un tanto de envidia el hecho de que este muchacho alcanzara estos logros creativos juveniles en la revista El Peneca. 

“Pasó el tiempo, y en el 27° aniversario de “El Peneca” nos dijo:

– ¡Qué tal!

A todos no nos gustó mucho el avance de Nicomedes, pero, ¡qué diablos!, al fin y al cabo era del barrio. Allí estaban Edmundo Concha, Luis Millas, Enrique Echeverría, Jorge López Le Roy, Humberto Garrido y, como presidente, Héctor Osses Landeros”. (Tamayo, 1964). 

Nicomedes Guzmán, joven habitante de la comuna de Quinta Normal, se formaba en el entusiasmo y la participación de una sociedad desarrollista, su vida transcurría entre el trabajo juvenil, la literatura y también el deporte, pues bastante motivado por el atletismo participó durante estos años en el Círculo Atlético Royal fundado en 1913 y cuyo lugar de entrenamiento era la pista atlética de la cancha de la Quinta Normal. 

“Trabajé desde pequeño. Y me alegro de ello. La vida en el trabajo precoz comúnmente para hombres mayores, me fue una escuela dura, pero maravillosa. Los urgentes menesteres hogareños obligáronme a enfrentarme a la visión en mucho espantable, desconcertante y, sin embargo, ejemplarizador. Fui acarreador de cajas en una fábrica de artículos de cartón, ayudante de chofer, mandadero, ayudante de tipógrafo y encuadernador y otros menesteres, hasta que pasé a ocupar el más humilde puesto en una modesta oficina de corretaje de propiedades. Aquí comienza tal vez mi formación intelectual… El negocio había prosperado. Y era el flamante secretario de la brillante empresa comercial. Asuntos bursátiles, loteo de sitios, compra-venta de propiedades, parcelaciones rurales, cobranzas de arriendos, correspondencias varias, depósitos en el banco, no eran obstáculos para que mis aficiones literarias y deportivas se sintieran en plena libertad.” (Guzmán, 1954). 

El amor entre Nicomedes y Lucía y su llegada a El Polígono

Lucía Salazar Vidal vivía junto a su familia en Quinta Normal en la década de 1930, específicamente en la calle Osorno casi al llegar a Las Rejas, lo que constituye desde el año 1981 como la comuna de Lo Prado. Esta joven muchacha, como sucedía con la mayor parte de la juventud quintanormalina de esos tiempos, trabajó desde joven aportando así en el sustento del hogar, debiendo dejar la educación regular para terminar sus estudios en el Liceo nocturno Federico Hanssen que funcionaba en las instalaciones del Liceo de Aplicación en avenida Ricardo Cumming y que había sido fundado en 1916. Entre aulas y libros conoció Lucía a un joven Nicomedes Guzmán, se miraron, entendieron y se enamoraron profundamente el año 1934, Nicomedes con un recorrido incipiente en el mundo de las letras confecciona un poemario de nombre Croquis del Corazón bajo el seudónimo de Darío Octay como oda al amor que sentía por Lucía. 

En gran parte por la consolidación amorosa bajo esta hermosa creación literaria, Lucía Salazar y Oscar Vásquez contraen matrimonio un 6 de junio de 1936 en la Iglesia de Lourdes, que en esos momentos se encontraba en plena edificación de un segundo edificio bajo la firma de Eduardo Costabal y Andrés Garafulic arquitectos y Lily Garafulic escultora. El matrimonio vive en la casa de José Besa, allí además compartieron hogar con Manuel Guerrero Rodríguez, escritor contemporáneo con Nicomedes Guzmán, padre del profesor Manuel Guerrero Ceballos quien fuera asesinado durante la dictadura civil-militar por agentes del Estado junto a José Manuel Parada y Santiago Nattino, suceso conocido como el Caso Degollados ocurrido en 1985. 

Con el matrimonio vino el primer hijo de Lucía y Nicomedes: Oscar Vásquez Salazar –quien luego sería un reconocido periodista y escritor- y con ello el cambio de casa, al menos de manera momentánea hasta lograr la casa propia, el matrimonio se va a vivir a la calle Germán Riesco 5133 hoy calle Alejandro Fierro. En esa casa Nicomedes Guzmán comienza a escribir la que sería su primera novela “Un hombre, unos ojos negros y una perra lanuda” finalizada el año 1937 y que al día de hoy 2022 aún guarda su carácter de inédito, pues Nicomedes Guzmán al escuchar las críticas del escritor Jacobo Danke sobre su novela, decide esconder el manuscrito y declararlo quemado. Esta novela verá luz por vez primera el año 2023 bajo el sello de ediciones Biblioteca Nacional, pues la familia decidió donar este manuscrito a la biblioteca para su lectura y estudio público luego de permanecer en las diversas casas de Quinta Normal resguardado durante 85 años.

En la casa de la calle Germán Riesco el matrimonio tuvo a dos nuevas hijas Ximena y Florencia, al crecer la familia logran por fin, comenzado la década de 1940 y cuando Nicomedes Guzmán ya había publicado sus dos primeros libros de manera oficial “La Ceniza y el sueño” (1938) y “Los hombres obscuros” (1939), obtener su casa propia en la naciente población El Polígono inaugurada en 1939 hacia el sur de la avenida San Pablo, en la calle La Acacias (luego Carlos Pezoa Véliz) 730. En esta casa Nicomedes Guzmán logrará producir sus mejores trabajos literarios y editoriales y consolidar una visión valórica respecto de la vida cotidiana de una población que desde la diversidad social, componen ampliamente a la clase trabajadora chilena. Esta visión lo posicionará como un referente y representante de la identidad valórica del pueblo de Chile. “Nicomedes compró un día –pese a las protestas de mi madre, porque estaba gestando el dinero de la comida- una jaula con una “pájara cantora”, según el pregón comercial del vendedor callejero. Una vez que la transacción se concretó. Nicomedes liberó el avecilla ante la mirada atónita del comerciante y de algunos transeúntes de la vieja Alameda. Y luego, dirigiéndose al negociante, le dijo con un dejo de dureza: “Parece que usted, mi amigo, no tiene idea de lo que es la libertad. Tome su jaula. Si puede, métase adentro y me entenderá”. (Vásquez, 2014).

En la casa de la población El Polígono Nicomedes Guzmán escribirá durante las noches después de su trabajo y en su máquina de escribir, gran parte de su obra narrativa, en esa vivienda han permanecido los recuerdos de los días en que Nicomedes construía su legado literario y gestaba este mundo lleno de personajes populares: curas, vagabundos, trabajadoras, dueñas de casas, estudiantes, ladrones y muchas otras semblanzas de la vida en el poniente de Santiago fueron construidos en dicha casa. En esta vivienda de la calle Carlos Pezoa Véliz, en el corazón de la población El Polígono, el libro de poemas Croquis del Corazón fue guardado en un cofre por Lucía Salazar incluso luego de terminar su relación con Nicomedes Guzmán durante 81 años, este objeto de amor creado para este hermoso momento familiar, vio luz pública el año 2015 cuando la familia decide dejar de considerar este libro como un objeto familiar privado para reconocerlo como un patrimonio de la cultura popular chilena.  

Se dona el original a la Biblioteca Nacional, quienes lo restauran y conservan y la Cooperativa editorial Victorino Lainez en conjunto con el Centro Cultural Al tiro de la Población el Polígono de Quinta Normal publican conjuntamente 1000 copias facsimilares de este importante ejemplar de la literatura nacional y comunal. 

La población El Polígono fue construida el año 1939 a partir de las políticas públicas en el área de la vivienda fomentada por el gobierno del Frente Popular bajo la presidencia de Pedro Aguirre Cerda. A través de la Caja de la Habitación Popular fueron comprados por parte del Estado los terrenos ubicados alrededor de las calles San Pablo y Barros Arana y que anteriormente hubieron de constituirse como parte de la “Chacra el Polígono”, cuyo nombre deriva del polígono de tiro que funcionaba sobre estos terrenos y que era utilizado con fines militares y deportivos, junto a este polígono se encontraban también algunos tomatales y una escuela (Medina y Solar, 2010). Anteriormente a esta inversión estatal para la construcción de una población obrera, diversos terrenos propios de estas chacras fueron comprados para el loteo y la construcción de la población Quidora aproximadamente el año 1915. Con la inversión del Estado la población El Polígono viene a ser parte de las grandes obras del gobierno de Pedro Aguirre Cerda en Quinta Normal. 

Nicomedes Guzmán llegó a vivir a las primeras casas que se construyeron durante la primera fase de creación de la población, pues la población El Polígono posee diversos “tipos” de viviendas que confluyen en una sola unidad territorial, entre 1939 y 1942 se construyen 290 casas (Medina y Solar, 2010), algunas de ellas autónomas y con ante jardín propio y otras, la mayoría, compuestas tanto por una entrada como por un patio anterior común que luego se diversifica en 4 viviendas autónomas: dos ubicadas en el primer piso y dos en el segundo, a estas últimas se ingresa a través de una escalera única que comienza en dicho patio común. Luego entre 1946 y 1949 comienza la edificación de 120 departamentos con un total de 56 metros cuadrados construidos; los terrenos ubicados al llegar a la calle San Pablo quedan sin edificación hasta la década del 60 cuando el Estado decide construir establecimientos educacionales, en todo ese período esos terrenos fueron utilizados como canchas de tierra para jugar al fútbol.

La convergencia de un movimiento de desarrollo estatal fuerte y centralizado, los principios políticos transversales entre las clases populares respecto de priorizar la formación escolar para el fomento del crecimiento del país, la aplicación efectiva de políticas públicas que permitieran a las clases trabajadoras poder solucionar ciertas necesidades básicas entre ellas las de vivienda y la centralidad del arte dentro de las posibilidades creativas de Chile, motivaron a que en la Población El Polígono se formaran artistas, artesanos e intelectuales en las diversas áreas del conocimiento, tales como La Sonora Palacios, Guillermo Prado, Richard Rojas, Homero Bascuñán, Hirohito y su conjunto, entre otros.  

Nicomedes Guzmán comenzará desde El Polígono un desarrollo literario que lo llevaría prontamente a trabajar en el Departamento de Cultura del Ministerio de Educación y como editor en Editorial Cultura, desde su casa en Carlos Pezoa Véliz daría la oportunidad de publicar en distintas colecciones a Bernardo Kordon, Nicasio Tangol, Luis Enrique Délano, Magdalena Petit, Antonio Acevedo Hernández, Daniel Belmar, Luis Merino Reyes, Jacobo Danke, Vicente Parrini Ortiz, Edmundo Concha, Maite Allamand, Teresa León, Oscar Castro, Francisco Coloane, Andrés Sabella, Mario Bahamonde, Gonzalo Drago, entre otros. 

La capacidad intelectual de Nicomedes Guzmán dentro del contexto barrial en que vivía, despertó la atención del mundo intelectual de aquellos años, Fernando Santiván –premio Nacional de Literatura año 1952- señaló al leer a este escritor quintanormalino:  “¿Qué educación ajena o auto-educación recibió Nicomedes Guzmán? ¿Cómo logró adquirir un demonio de expresión de no escaso refinamiento y de singular flexibilidad?” (Santiván, 1939).

Una vida literaria en Quinta Normal

El hijo mayor del matrimonio de Lucía Salazar y Nicomedes Guzmán, Oscar Vásquez, vivió su desarrollo intelectual y académico desde la misma población El Polígono de Quinta Normal, desde esta casa logró formarse en el periodismo e incluso escribir también algunos libros bajo la herencia literaria de su padre, alguna vez escribió en el diario El Siglo pocos años después de la muerte de Nicomedes Guzmán sobre los caminos de bohemia, noches y trago que también la vida literaria ofrece como puerta de entrada a un mundo lleno de realidades. En la Población El Polígono Nicomedes Guzmán tenía por boliche preferido el restaurant “Mi compadre” ubicado en la calle Catedral esquina El Polígono, allí el escritor tenía un lugar reservado para cada tarde de conversaciones y tragos, su hijo Oscar cuenta en su columna:“Él ya no es más. Pero de repente, cuando me voy Quinta Normal abajo, por los andurriales del Polígono y sus bares, creo que lo tengo a mi lado. El restaurante «Mi Compadre»‘ me hace vivir algunos momentos con él. En su rincón no hay nadie.  Allí, solitario la mayoría de las veces, se bebía su caña de tinto. Afirmaba sus manos sobre el borde de una vitrina de bambú en cuyo interior siempre había charqui y aceitunas. En su rincón no hay nadie. Y todo el mundo, los vecinos del barrio no lo han olvidado.

Era muy común encontrar a Nicomedes Guzmán compartiendo en la bohemia de diversos espacios sociales y festivos del barrio el Polígono y de la comuna de Quinta Normal, su visión del mundo, su descripción del realismo social que trabajaba en su literatura, se alimentaba de estos verdaderos cuadros que permitían describir la realidad urbana de las clases populares, de forma muy refinada y desde una estética que aún en pleno siglo XXI sigue delimitando las formas más significativas del estilo realista, Nicomedes Guzmán pasa tiempo compartiendo en clubes, bares, restaurantes y sindicatos quintanormalinos, construyendo un universo narrativo extenso. 

“La última de estas curiosas celebraciones ocurrió dos años antes de su muerte. Sin acuerdo previo, nos encontramos muy de mañana Claudio Solar y yo, buscando a Nicomedes por las “picadas” de su Población “El Polígono” a lo largo de la calle Pezoa Véliz. Fuimos a las casas de Ester y de Lucía, a los bares de San Pablo y a un centro cultural obrero, donde solía reunirse con la juventud. No estaba en parte alguna. A “don Oscar” se lo había tragado la tierra, precisamente el día del tácito encuentro. Cuando ya nos veníamos, perdidas las esperanzas de encontrarlo, pasamos a beber una copa al Club Social de la Población, siguiendo a un yerbatero que pregonaba su mercancía en pícaras versainas. Y allí estaba Nicomedes sentado en un rincón, ante una mesa que lucía tres enormes “chupilcas”. (Ferrero, 1971).  

Entre las diversas fotografías, pinturas, cuadros y obras de arte que hasta el día de hoy adornan las paredes de la casa de Nicomedes Guzmán –que desde hace varios años es habitada por su hijo Darío Vásquez-, la imagen de Nicomedes junto a Darío y Pablo Neruda en un asado celebrado en la casa del nobel poeta en razón de la visita de la selección de fútbol de Checoslovaquia a Chile en 1958, es una de las imágenes que más atención llama dentro del espacio y que recuerda el sentido social y festivo del quintanormalino escritor.  

La relación de Nicomedes con Quinta Normal fue muy fuerte en términos estéticos y territoriales, la llegada del escritor a la comuna cuando niño coincide de hecho con la consolidación de esta como unidad territorial al fusionarse las antiguas comunas de Yungay y Quinta Normal en 1930, es por ende Nicomedes Guzmán un vivo ejemplo del recorrido de un muchacho lleno de sueños y talentos desarrollados dentro de las posibilidades que esta comuna le entregaba en términos de infancia, barrio y vida en comunidad. 

Esta descripción corresponde a quien fuera su primer amigo en la escritura, Marcial Tamayo, con quien en Quinta Normal incluso antes de casarse e irse a vivir a la población el Polígono, Nicomedes revoloteaba en los peluseos infantiles sin saber que también Tamayo lograría consolidarse en las letras chilenas, ser parte de la generación del 38 con libros como “Agua, viento y sonido” (1939) y “Pedro miedo: cuentos” (1954) y ganar un premio literario en Nueva York. Este escritor quintanormalino falleció en 1985, su literatura soportada sobre el realismo social se acerca bastante a la línea que nacida desde las visiones de Nicomedes Guzmán profundiza en lo brutal que resulta ser la marginalidad urbana, corriente conocida también como angurrientismo.   

Luego de comenzar su vida literaria en la comuna de Quinta Normal, Nicomedes Guzmán ganando recientemente un lugar dentro del campo literario, conoce por intermediación del reconocido librero de aquellos años Rafael Hurtado a Violeta Parra, quien habiendo llegado a vivir recientemente a la calle Edison y luego al casarse con el trabajador ferroviario Luis Cereceda al Cité de las Viudas en la calle Andes con Lourdes, comenzaba también en la década del 30 la gran labor de dedicar su vida al arte, la investigación, la escritura y la creación desde Quinta Normal.  

Una de las historias más reproducidas por la familia de Nicomedes Guzmán respecto del vínculo entre el escritor y Violeta Parra sucede años después, cuando ambos reconocidos artistas chilenos son invitados al Taller de escritores organizado por la Universidad de Concepción en 1958, hasta allá Nicomedes Guzmán fue con sus hijos Darío y Pablo, entonces Violeta Parra al ver a estos dos chiquillos revolotear entre casas de escritores y salones de las universidades les regala un par de cacharritos de greda que confecciona con sus manos a los dos hijos de Nicomedes Guzmán. 

Ambos hijos nacidos y formados en las calles de la misma población El Polígono de Quinta Normal, han sido un aporte circunstancial para la mantención de la memoria viva de su padre, de hecho al cumplirse los 100 años del natalicio del escritor el año 2014 fueron quienes realizaron diversas actividades que permitieran reconstruir su legado, entre ellas, la edición de un texto, el nombramiento de la biblioteca de la población con su nombre, la colocación de una placa conmemorativa en su casa y luego la creación de la Fundación Nicomedes Guzmán.

Darío Vásquez sigue hoy viviendo en la casa del escritor en la población El Polígono, manteniendo el legado respecto de su vida y obra, este hijo de Nicomedes Guzmán y profesor normalista de profesión, ha sido también uno de los grandes referentes de la comuna de Quinta Normal en su historia, pues fue dirigente nacional del Colegio de Profesores desde la década de 1990 hasta que en las últimas elecciones del gremio cedió su posición como Secretario General a las nuevas generaciones. Desde la casa familiar es hoy quien resguarda el patrimonio del escritor y también de su madre Lucía, hoy la casa por su propia decisión ha tenido algunos cambios de su estructura original, tiene dos pisos y los espacios interiores se han diversificado bastante.  

Una de las principales obras que en la casa de Nicomedes Guzmán se encuentran hasta el día de hoy, es un retrato de Nicomedes pintado por el destacado artista nacional Pedro Lobos y cuya historia familiar versa que el escritor enfadado por la tardanza en la demora de Lobos para acabar el cuadro, simplemente –y en medio de una discusión- lo sacó desde su taller y se lo llevó a su casa, impidiendo que el pintor terminara la obra y que lo firmara correspondientemente. Hoy este cuadro es la obra más valiosa realizada en honor a Nicomedes Guzmán que aún se encuentra en la casa familiar, pieza de gran valor que se ha separado de otras que por voluntad familiar hoy forman parte del archivo Nicomedes Guzmán de la Biblioteca Nacional de Chile. 

Sin duda, el más gran vínculo de amistad y literatura que Nicomedes Guzmán forjó en las calles de Quinta Normal fue con el también escritor Homero Bascuñán, escritor que nacido en Iquique en 1901 llegó a vivir a la comuna de Quinta Normal justamente en el momento en que la ebullición literaria y artística de la generación del 38 transitaba de manera profunda por las calles de estos barrios, en ese entonces Homero Bascuñán vivía en los alrededores de la Quinta Normal pero luego se cambió de casa hacia la misma población El Polígono a la calle Victorino Lainez, desde allí junto a Nicomedes Guzmán recorrían boliches y locales de recreación popular que les permitieron largas conversaciones literarias. 

Homero Bascuñán fue uno de los últimos amigos que compartió en vida con el escritor. Nicomedes Guzmán se separó de Lucía Salazar durante la década de 1950, comenzando luego una relación con Esther Panay quien también vivía en Quinta Normal, con ella tuvo dos hijos, siendo su hija Olaya quien ha dedicado gran parte de su trabajo dentro del mundo de las letras al rescate y la edición de su padre, liderando entre otros la edición de “Estampas populares de Chile”. Al comenzar la década de 1960 Nicomedes Guzmán tuvo un acelerado deterioro de su salud por factores corporales y psicológicos complejos, falleciendo en la población El Polígono a los 50 años en 1964.  

La casa de Carlos Pezoa Véliz en la población El Polígono sigue resguardando los antiguos muebles, obras e historias de Nicomedes Guzmán, a pesar de la persecución política que Nicomedes y su familia vivieron en su casa en la población El Polígono con la promulgación de la Ley Maldita, que se implementó en los gobiernos de Gabriel González Videla y Carlos Ibáñez del Campo entre 1948 y 1958 y que provocó que Nicomedes Guzmán fuera vigilado policialmente en su casa de Carlos Pezoa Véliz por su militancia en el Partido Comunista, como durante el golpe de Estado y la posterior Dictadura civil-militar (1973-1990) que forzaron a que parte de su familia fuera perseguida y exiliada. “Los días caían perezosos, con lágrimas de neblinas y de lluvias. El otoño se alzaba aun a la vera de la vida con el fatalismo doloroso de todos los abandonados. Y era como si en la voz de las campanas, precisas para decir su palabra matutina, desperdigara, a veces, el otoño, sus desamparados cantos de ciego sin lazarillo. Ahora atardecía. El barrio pobre era como una flor caída en pétalos de bruma. Cuchillos de cobre atravesaban el aire, hiriendo los tejados. Las paredes desconchadas, y los vidrios de las ventanas sangraban al contacto de sus certeros filos”. (Guzmán, 1943). 

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