Míster Jara no muere
Ha muerto un escritor sarcástico y desengañado, cazurro, quitado de bullas, conocedor como pocos de la vida proletaria chilena, en la mina, en el campo. Es Gonzalo Drago Gac (1906-1994), el creador de Míster Jara, uno de los personajes más firmes y memorables de la literatura chilena. Regocijante, cruel versión criolla de un tipo literario universal, Míster Jara se avergüenza de su origen, de sus rasgos indígenas, del color de su piel, y consagra su vida a la imitación simiesca del tipo que admira: el jefe extranjero, rubio, que ladra en inglés. Por la adulación y la zalamería, y despreciando a sus compañeros, así trepa unos peldaños el protagonista de Míster Jara cuento antológico que sobrevivirá por años de años.
Drago es tan implacable como Nicolás Gogo –uno de sus maestros, sin duda- en el retrato de un hombre ridículo y su inexorable soledad. En el bar pedía whisky o brandy, venciendo su repugnancia, pero a veces «se cansaba de aquella farsa en público y subrepticiamente, en la complicidad de su cuarto, bebía el rojo vino criollo con verdadera furia, hasta perder el conocimiento». Así como en el cuento de Olegario Lazo Baeza, el hijo no quiere reconocer a su padre campesino analfabeto que le trae una gallina al regimiento, así Míster Jara no saluda a sus connacionales empleados u obreros sino mascullando un «morning», y cuando un viejo conocido lo toma por sorpresa y le alarga una mano fraternal delante de Mr. Taylor, (¿Cómo te va, negro?), Mr. Jara, temblando de cólera, le espeta que no lo conoce (I don’t know you, man). Con esa misma respuesta expira Míster Jara en una sala de hospital, cirrótico y desilusionado porque la única y última visita que recibe no es un norteamericano. Muere con la mentira en los labios.
En sus descripciones, Gonzalo Drago, genuino representante de la Generación del 38, dibuja trazos de singular ferocidad satírica, no exenta de fuerza dramática y patetismo; las más de las veces, empero, triunfa la burla nada piadosa. Míster Jara: «Moreno, de ojos separados, nariz roma y labios gruesos, era la antítesis del tipo racial que admiraba; pero lo que más lo exasperaba era la tenaz rebeldía de su pelo que le cubría el cráneo como un grotesco erizo negro». Se ha observado que en Chile, con una población predominantemente morena, los modelos rubios aparecen con más frecuencia que en Estados Unidos en la publicidad televisiva. ¿Complejo de Míster Jara?
Estas observaciones no agotan la riqueza literaria del texto ni el alcance de su crítica social. Este cuento y otros del libro Cobre (1941) recrean con intensidad la vida infrahumana de entonces en el campamento minero de El Teniente. Pero el mérito sobrepasa el interés documental, pues las situaciones descritas y las peripecias narradas no son monsergas sino dramas fuertemente humanos y sin fronteras.
Drago perteneció (con Oscar Castro y otros poetas de nota) al grupo literario <<Los Inútiles>>. Desde Rancagua, su ideario consistía en hacer labor literaria en provincia, buscar allí los temas y asomarse lo menos posible por Santiago. En libros posteriores de cuento y novela, Drago fue eliminando torpezas formales, sin merma de humor sarcástico y dramatismo. De muy grata lectura son sus Tres visiones de Chile Central que aparecen en el Autorretrato de Chile compilado por Nicomedes Guzmán (quien hoy tendría ochenta años y merece otro recuerdo).
Nacido en San Fernando, de sus tierras no más habla Gonzalo Drago: «Así nacía y moría la chicha en los campos de Colchagua, donde el huaso, manso como un buey o atrevido como un puma, sentimental como un sauce o arisco como un espino, ama a sus parras con fervor y bíblica esperanza».
Antonio Avaria
Revista mensaje, 1994