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Memorias transeúntes: Un largo viaje

Memorias transeuntes, Edmundo Moure

Editorial Etnika, 2017

Astrid Fugellie Gezan

   Memorias transeúntes de Edmundo Moure, tal cual lo señala en su prólogo el escritor y amigo Jorge Calvo, es un soberbio y bello texto de registro de una época, de un ser, de personajes gravitantes que los circundan, de antepasados y raíces, amén de una rica diversidad de lecturas.

Trabajo que convoca y fascina el de Edmundo Moure, devenido con larguras al género literario de la crónica. Por cierto, este género fundamenta el relato de hechos históricos y biográficos narrado por un testigo ocular o, si se prefiere, por un lúcido declarante de un período averiguado, auténtico, doloroso, cierto no obstante, la antigüedad que conlleva la crónica como formato expresivo en Hispanoamérica.

Desde la escritura colonial y por la necesidad de adoptar modelos hispanos y europeos que posteriormente se transforman debido a su contenido indigenista, surgen los textos de impronta heterogénea, híbrida, intercultural, interétnicos tales como las memorias del Inca Garcilaso de la Vega o la variedad genérica y los cruces textuales de Sor Juana Inés de la Cruz. Esta necesidad de dar expresión a la alteridad, a la otredad que significaba para los españoles el mundo nuevo, sembró raíces en América Latina y significativamente en Chile.

Actualmente, es fácil distinguir volúmenes entre novelescos, periodísticos e históricos aparecidos en nuestro país después del Golpe Militar del 73, (golpe que aún nos tiene en moraduras). Me refiero a Los Zarpazos del Puma, obra donde Patricia Verdugo relata los horrores de la Caravana de la Muerte, o El Libro Negro de la Justicia Chilena de Alejandra Matus, o los poemas testimoniales de Aristóteles España y de Floridor Pérez, entre otros.

Sin embargo, en mi opinión, esta tradición no se detiene. Hoy está en boga la denominada Nueva Crónica Latinoamericana que es objeto de estudio de los académicos liderados en Argentina por Leila Guerriero y que en nuestro país reconocen exponentes como Francisco Mouat, con El Empampado Riquelme, por citar sólo un ejemplo y Juan Cristóbal Peña, con su crónica acerca del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, me refiero a Los Fusileros.

Ahora bien, volviendo al tema que nos congrega, no es casual que Edmundo Moure escoja la crónica como género en el cual plasmar sus Memorias Transeúntes. Ellas forman parte inalterable de un viaje intelectual y sensitivo a través de tópicos que, en definitiva, son un registro lúcido de ser y estar, de habitar, de anidar el mundo. Nuestro autor se mueve con versatilidad desde la crónica que aborda temáticas de amor cuotidiano, hasta las más agudas disquisiciones filosóficas sobre temas universales como la libertad, la justicia, amén los grandes y siempre espaciosos misterios del hombre.

En una primera parte titulada El libro de los anhelos, Moure divide el texto en ocho capítulos con acápites muy diversos que abarcan enunciados tales como: Del oficio, De los sueños, Egolatría hasta Micaela y La Certeza del Adiós, con la peculiaridad que cada dietario breve comienza con la palabra o concepto con la que culmina el anterior, en una concatenación de temas que demuestran el alto poder de asociatividad del autor y su cimentado dominio del lenguaje.

No queda duda que Edmundo sabe que el Primer Patrimonio de la Humanidad es la palabra, pero no la palabra que desvincula, sino, aquella que convoca, que sociabiliza, la que nos acerca, vale decir una lengua con los otros y no contra los otros. En este sentido, destaca el nutridísimo léxico del que se sirve, amén sus vastas lecturas y cultura subyacente a las reflexiones y/o digresiones de las que hace gala, (merecidamente por lo demás).

  

Toda familia guarda/ un cadáver en el armario. Esta cita de Graham Greene marca la pauta de la segunda parte, con título Conjugaciones desde el Armario, la que versa sobre la prosapia del escritor, sus raíces, ascendencia y vida íntima en el seno familiar, dividida a su vez en un Preámbulo y Confesión y Quince Conjugaciones.

 

En Memorias Transeúntes , a mi entender, priman ciertos tópicos y citas tales como los orígenes y lengua gallega, la figura de Micaela, entrañable amiga de Edmundo, las reflexiones sobre el oficio de escribir, los fragmentos de la obra del poeta portugués Fernando Pessoa, los versos del Premio Nacional Efraín Barquero, y la Tradición Literaria Española, en especial la Renacentista y Cortesana. Se suma a esto sus profusas y, profundas lecturas que permiten esta, para mi, Obra Mayor no sólo por extensión, (posee más de seiscientas páginas), sino también por su carácter inasible en el relato, dando con ello una visión de mundo privilegiado en el ámbito rural y citadino del Chile de los últimos cincuenta o sesenta años.

Finalmente, no puedo dejar de halagar el oficio literario de Edmundo Moure. Edmundo es un escritor innegable. Sus crónicas son imponentes. Aquí verdad y belleza se conjugan maravillosamente, aspecto que me retrotrae a Bloom en su premisa, cito:… todo género es poesía… Además, su barroco tan ajeno al Chile actual, me trae los ecos del Canto de la Fórmula Estética de otro grande barroco, nuestro poeta Pablo de Rokha. En su factura de desbordado y culto refinamiento, Edmundo Moure hace cantar a estos ecos en medio del más profundo silencio, cito:…es menester hacer la ciudad imperial de hoy con la trepidación de la gramática, aquella cosa inmensa y mecánica, dinámica, difícil, que es, ¡por Dios!, el lenguaje colocándose. Gracias, gracias Edmundo querido.

 

 Astrid Fugellie GezanPoeta y Académica correspondiente por la ciudad de Santiago de Chile, de La Academia Chilena de la Lengua.

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