ESCRIBIR SOBRE UN AMIGO QUE HA PARTIDO NO ES FÁCIL
Escribir sobre un amigo que ha partido no es fácil. Desde la distancia que involucra estar en Santiago y además la pandemia del Coronavirus me impiden estar ahí físicamente en un momento de real significado. No se ha ido un poeta de Concepción o Nueva Imperial que escribió tal y tales libros. Se no has ido un ser humano profundamente humano. Un amigo, un poeta-padre, una parte de mí. La admiración por don Omar Lara comenzó el año 2012, cuando recién comenzaba a dedicarme a escribir. Nuestro encuentro fue casual. Me dirigía a una reunión donde unos amigos de Concepción y pasé por afuera de Artistas del Acero. Vi un papel pegado en la puerta que decía “Taller de Literatura”. Pasaron algunos días y me dirigí al mismo lugar nuevamente con algunos escritos seleccionados. Entré a la librería y estaba sentado frente a la puerta un hombre mayor que me recibió con amabilidad. Pensó que iba a comprar libros, pero le dije que quería mostrarle algunos poemas. Me sentí como en un examen de evaluación. Los leyó y con esa misma tranquilidad me invitó al Taller de “Jueves Será” que evoca a su amado César Vallejo. Reconozco que poco o nada sabía de literatura. Fue ahí, en ese lugar, que se abrió un mundo. Conocí otros escritores jóvenes, eventos literarios, charlas, encuentros poéticos, escritores internacionales que don Omar traía desde Cuba, México, Perú, Argentina. Salí de mi encierro y encontré diversos espacios culturales. No solo eso. Don Omar tuvo esa amabilidad de enseñarme a escribir, de instarme a que mis breves cuentos fueran novelas, a leer y escribir mucho. Yo lo admiraba en silencio. Llegaba a casa y reescribía. Leía los autores que nombraba. Y volvía con mis textos en la reunión siguiente. Omar Lara me enseñó, sin decírmelo, el arte de la contemplación, a ese respirar profundo y observar la vida y aprehender las letras pausadamente. A él lo invadía una especie de sabiduría del silencio. Me podía quedar en su librería y estar ahí sin decirnos ninguna palabra, pero sabíamos que estábamos, que éramos parte de una comunidad literaria que sobrepasa el estar hablando por hablar. Por eso mismo lo visitaban muchas personas. Siempre había un amigo distinto. Gente de paso y de vida. Los destinos son diversos y ese mundo literario quedó atrás luego de que debiera trabajar y otros asuntos personales. Ese mismo destino me trajo a Santiago, pero eso no implicó que no mantuviéramos el contacto por correo o a través de escritores. Supe hace un mes que me recordó y preguntó por mí. Pero no pudimos volver a vernos. Justo preparaba una entrevista para usted, pero se me solicitó no hacerla aún por temas de salud. Hoy la noticia es otra y es difícil escribir cuando se quiere tanto. He llevado su poesía don Omar a todos los lugares que he estado. Lo menciono en clases, en talleres, entre amigos y amigas, porque su poesía brilla como usted. Desearía profundamente estar escribiendo que ha recibido el Premio Nacional de Literatura, pero eso quedó en deuda, el motivo es otro, que es doloroso. Inevitablemente doloroso. Le escribo para despedirnos y desearle que su Retorno a Casa, como dijo mi maestra de Kabalah sea feliz y sereno. Sé que su poesía perdurará por siempre no solo en aquellas personas que tuvimos la oportunidad de compartir con usted una risa, lectura, un abrazo o un coctel, sino para todos los chilenos y chilenas y por qué no para toda América y el mundo. Muchas Gracias, gracias don Omar Lara.
Por Gialik.