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La SECH recordó a los escritores asesinados en dictadura

En una emotiva ceremonia en el Cementerio Metropolitano, la Sech homenajeó a Ignacio Ossa Galdames. Por primera vez organizaciones sociales concurren hasta el lugar donde descansan sus restos. En la oportunidad se escuchó la voz de Ignacio Ossa entrevistando al Premio Nacional de Literatura Carlos Droguett. Escuche este valioso documento sonoro en esta crónica.  

Por Carlos Antonio Vergara, texto y fotografías.

La jornada partió gris en la comuna de Lo Espejo el 11 de septiembre de 2019. Había una neblina que cubría el sector en la intersección de Américo Vespucio con la Carretera Panamericana, actual Autopista Central y Vespucio Norte, cuando Rosa Reyes Ossa junto a Gabriel Salazar, Premio Nacional de Historia, ingresaron en un taxi a la Galería 8 Oriente, nicho 24, a recordar al familiar entrañable y Salazar al colega de aulas en la Universidad Católica, de ruta política y de tragedia.

Gabriel debió levantar su cabeza para ver la placa del nicho al llegar al lugar. Ossa está en la última corrida, de cara al cielo. Al leer su nombre en mármol y la placa metálica, el corazón de Salazar palpitó un poco más fuerte, a sus 83 años de edad.  

De inmediato, un flash lo retrotrajo al cuartel Terranova de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), ubicado en Avenida José Arrieta 3.200, Peñalolén. Recordó que hace 43 años, estaba en un camarote metálico sin colchones donde arriba torturaban a Ignacio Ossa y abajo a él. Salazar resistió las atroces torturas y sobrevivió. A Ossa le falló su enorme corazón.

El trinar de una tórtola retrotrajo a la realidad a Salazar y preguntó a Rosa Reyes Ossa porqué aún no habían llevado los restos de Ignacio Ossa al Memorial del Ejecutado Político del Cementerio General de Santiago, donde debiera estar, como intelectual mártir emblemático.  

Rosa Reyes Ossa recordó que Ossa editó antes de morir, la versión más completa que se ha hecho hasta ahora de Ramón Barros Grez, considerado por importantes críticos literarios como el padre del teatro chileno. Salazar volvió a mirar hacia arriba. Vio debajo del nicho, la placa de madera pino Oregón que ese día estaba allí con el logotipo de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH). Por primera vez, intelectuales y dirigentes sociales llegaban hasta el lugar donde desde diciembre de 1975 se encuentran los restos del dramaturgo y ensayista.

Abajo había una mesa con un mantel rojo y el carnet de socio póstumo de Ossa otorgado por el directorio de la SECH el año 2018. 

Salazar y Rosa Reyes Ossa miraron la hora, el punto de encuentro se había fijado en la entrada principal a las 8:30. Salazar y Reyes regresaron a la entrada del Cementerio Metropolitano.

Los dirigentes sociales convocados llegaron puntuales. A las 08:25, el Presidente de la Sech, Roberto Rivera Vicencio, minutos después la presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (Feuc), Belén Larrondo, y el vicepresidente de la entidad Roberto Puga; el director del Colectivo Memoria Puc Gabriel Aránguiz, y otros familiares.  

No era primera vez que la Feuc homenajeaba a Ossa Galdames. Durante la presidencia de esa organización de Giorgio Jackson el año 2011 se realizó el “Festival artístico Ignacio Ossa Galdames. Por su parte, el Colectivo Memoria Puc publicó un libro con las historias de académicos y estudiantes ejecutados, donde se consagraron varias páginas a la biografía de Ossa.

Luego llegaron otros familiares y se inició la romería hasta el nicho. Una vez allí se leyó Familia numerosa, un poema premonitorio de Ignacio Ossa Galdames publicado en la revista Taller de Letras del Instituto de Letras de la UC. Inmediatamente después desde la mesa roja y —en medio de un silencio sacro— comenzó a escucharse la voz de Ignacio Ossa Galdames entrevistando al Premio Nacional de literatura: Carlos Droguett. Droguett era amigo personal y de correrías políticas de Ossa.

Ignacio Ossa Galdames entrevistando al Premio Nacional de literatura: Carlos Droguett

Luego se inició un improvisado y emotivo conversatorio entre los participantes. “Conocí en forma póstuma a Ignacio Ossa Galdames – señaló Rivera Vicencio – cuando lo reconocimos como escritor en la Sech. Una de las ventajas de la literatura es que nos permite conversar con los muertos. Entonces nosotros en forma póstuma hemos reanudado un diálogo con ellos. Están siempre presentes en los fantasmas de la Sech y en el Refugio López Velarde (la taberna de la Casa del Escritor, NDR). En el tercer tiempo nos reunimos allí y están con nosotros en cada canción y en cada poema, en cada texto que se recita está presente y brindamos también por él“.

“Nosotros no existíamos en ese tiempo, somos de otra generación, indicó Belén Larrondo, Presidenta de Feuc. Somos de una generación que ha querido ser consciente de la importancia de conmemorar y rescatar la memoria histórica. La Universidad Católica hasta hoy, no reconoce completamente el carácter cómplice que tuvo en la dictadura, ni todas las personas que en su minuto fueron perjudicadas por ella”

“Estamos aquí presentes este 11 de septiembre porque nos parece importante conmemorar a un ex profesor. Porque hay muchos más, que tal como él sufrieron la violación de sus derechos humanos. El profesor Ossa se suma a la gran lista de las personas que incluso hasta hoy siguen sufriendo la vulneración de sus derechos como personas”, agregó la dirigenta.

“Hemos querido durante todo el año 2019 reivindicar lo que significa la memoria. Realizamos una escuela de memoria y derechos humanos dentro del programa de la federación que terminó el lunes 07 de septiembre y duró varios meses. Tuvo bastantes sesiones, pero éstas nunca son suficientes para explicar todo lo que se vivió en esa época. Tengo 23 años y los relatos que he escuchado de mis padres y abuelos han sido infinitos. Venir aquí. Escucharlos a ustedes es un regalo más para seguir aportando a la memoria futura”, expresó.

 “Nosotros como ciudadanos chilenos y chilenas no nos hacemos parte de lo que ocurrió en nuestro pasado. Hoy Chile sigue teniendo una deuda que con sus detenidos desaparecidos, con los ejecutados políticos, con los torturados y con sus familiares. Las mismas personas que hoy lideran el gobierno, ni siquiera son capaces de conmemorarlos. Eso demuestra el nivel de negacionismo que existe hoy“, concluyó Larrondo.

De izquierda a derecha Roberto Rivera Vicencio, Belén Larrondo, Gabriel Salazar, Rosa Reyes Ossa, Raquel Reyes Ossa. Atrás Roberto Puga, Gabriel Aránguiz, Jorje Díaz.

Por su parte, el vicepresidente de Feuc Roberto Puga manifestó que “la Universidad Católica jugó un rol cómplice primero con su comunidad, de hecho existen varios antecedentes de que colaboró con la Dina en la detención de sus propios estudiantes y profesores. Y no sólo eso, le entregó a Jaime Guzmán, le entregó a Chile a los Chicago Boys un modelo de país que es básicamente el que tenemos hoy. Por eso, lo de hoy, no sólo es un acto de historia, sino también un acto de reivindicación política con las luchas del pasado y las que tenemos hoy con nuestros compañeros y compañeras que ya no están, pero que dieron su vida luchando por los mismos ideales que tratamos de luchar nosotros este 2019”, tal como lo hizo el profesor Ignacio Ossa Galdames, señaló.

Rosa Reyes Ossa relató que para el golpe de Estado tenía 16 años. “En el departamento de mis padres en Villa Olímpica, en calle Los Jazmines, donde vivíamos, Nacho (así le decían a Ignacio Ossa, NDR) llegó dos o tres días después del golpe. Se había quedado en el domicilio de unos amigos, en la misma Villa Olímpica. Llegó con su barba muy grande a afeitarse y cortarse el pelo. Estuvo con nosotros varios días en nuestro hogar protegiéndose de la represión”.

“Después el departamento se transformó en buzón de la oposición y resistencia a la dictadura. Todos, quienes vivíamos, mi madre Raquel Ossa y mi padre Fernando Reyes, conscientemente colaboramos con él. Ignacio llegaba con paquetes de detergente o envases de shampoo en cuyo interior venían microfilms. Siempre tuve una relación muy cercana con él y fue muy doloroso para nosotros su asesinato. No puedo continuar…” El sollozo interrumpió el relato de Reyes Ossa. Ver reportaje del autor: Morir en la tortura. Link

Por su parte, Salazar relató que el 11 de septiembre de 1973 fue un punto de contacto en avenida Vicuña Mackenna. “Debíamos acuartelarnos ahí para trabajar con el Comité Central del MIR e Ignacio tenía otras tareas. Me acuerdo que conversé con él acerca de qué íbamos a hacer con nuestras vidas después. ¿Tú te vas a ir de Chile o te vas quedar? , me preguntó. Yo le dije, me quedo no pienso salir, pase lo que pase. Yo tenía ya cuatro hijos con mi compañera. ¿Y tú te quedas o te vas? El tenía una compañera que se había ido a Rusia que estaba en Moscú en la Universidad Patricio Lumumba. Le había conseguido una beca para que se fuera a juntarse con ella. Tenía listo el viaje. No sé, te voy a responder después, me dijo. Tiempo después nos encontramos y le pregunté, que decidiste. Me quedo, me contestó”.

“Entonces tuvimos una conversación muy linda, larga. Nos hicimos muy amigos, de estas amistades antiguas, profundas, con cariño, afecto, fraternidad, comunidad de valores, de afán de entrega a la causa, era muy linda la amistad, a pesar de que nos conocimos poco tiempo, justamente ahí, en la Universidad Católica. Me dijo, me quedo. Y en esa conversación vimos que íbamos a hacer, cuál va ser nuestro rol, en esta lucha que podía ser infinita contra la dictadura”, puntualizó el historiador.

“El me dijo en esos momentos una frase que me quedó muy grabada hasta el día de hoy. Si nos quedamos yo voy a ser el poeta y el dramaturgo de la revolución tú vas a ser el historiador de la revolución. Así que nos repartimos las pegas”, recordó con humor.

“Eso me quedó muy marcado porque después pasó lo que pasó y ahí me viene otro recuerdo de los tantos que tengo de él. Nos torturaron juntos con él en Villa Grimaldi. El estaba arriba en el camarote yo estaba abajo. Los dos desnudos y a los dos nos torturaban alternadamente y sin resultado porque en realidad, después del golpe él tomó otro camino. La unidad nuestra (célula) se disolvió prácticamente”, rememoró.

“Los agentes de la Dina estaban muy reventados del trabajo. El torturador Tulio Pereira (1935- 1976) me dijo en un momento, estoy reventado, tengo úlcera, estoy torturando profesores de la universidad. ¿Quién soy yo para hacer esto? Entonces salieron a descansar, llegaron después y quedaron dos mujeres de la Dina a cargo nuestro cuidándonos, pero se dedicaron a torturarnos por gusto, a Ignacio y a mi”, confidenció.

“Para mi fue muy terrible que nos estuvieran torturando por el placer de hacerlo. No lo vi mucho allí, sólo que una noche pude estar con él. Estaba muy mal, pero básicamente porque tenía un problema de asma o algo así y al corazón, porque era un tipo grande corpulento. Conversamos muy poco, porque no nos permitían hablar y fue la última vez que lo vi. Más tarde yo estaba en Tres Alamos y alguien me dijo que habían encontrado el cadáver de Ignacio en la morgue. Su recuerdo y su amistad me ha dejado muy profundamente impactado, más allá que éramos militantes de una organización”, manifestó.

 “Tal vez no pudo ser el dramaturgo y poeta de la revolución que quería, pero yo e intentado ser, de alguna manera, el historiador, tal como  nos comprometimos en esa oportunidad. Por eso, cada libro publicado que tiene que ver con política está dedicado a Ignacio”, aseguró.   

Ahora, se publica “El Ejército de Chile y la Soberanía Popular”, también dedicado a su nombre, junto con otro amigo que mataron: Guillermo Herrera.  Es un ejemplo de amistad, fue un ejemplo de fraternidad, de compromiso”, concluyó Salazar.

Otro de los amigos de Ignacio Ossa, el profesor Gabriel Aránguiz dijo que conoció a Ignacio Ossa como profesor. “Comenzó a hacerme clases en 1971, cuando Pedagogía en Castellano se cambió al Campus Oriente. Ignacio me hacía clases de ciencias fónicas. Nos hicimos rápidamente muy cercanos. El había escrito una obra de teatro que se llamaba Cítase a reunión y formamos en 1971 un grupo de teatro que se llamaba Teilon (Teatro de ensayo del Instituto de Letras)”.

Cítase a Reunión ganó el primer lugar en el primer Festival de Teatro Universitario de la Universidad Patricio Lumumba en la ex Unión Soviética. El texto  se encuentra perdido. Cuando fue detenido Ignacio Ossa, la Dina saqueó su vivienda y se robó incluso su máquina de escribir.

“He buscado la obra y no la hemos podido encontrar, incluso he hablado con compañeros que fueron actores y ninguno la conserva”, explicó Aránguiz.           

“Con el teatro comenzó una relación bastante intensa – continuó -. Meses después comencé a  trabajabar con los estudiantes del Movimiento de Estudiantes de Izquierda (Mui). A los meses siguientes, porque yo hacía clases en el Duoc en la noche, me dijeron que pasaríamos a integrar la base del Frente de Trabajadores Revolucionarios de la Universidad Católica. Cuando llegué a la primera reunión me informaron que Gabriel Salazar sería mi jefe de base, lo que nos ayudó y alegró mucho porque Gabriel era una persona muy conocida en la universidad. Y luego una agradable sorpresa: ver a Ignacio sentado en el living de la casa de Gabriel”,

“Como ustedes saben, aquí el colega escritor les dirá, en la vida artística los actores después de cada ensayo nos íbamos al tercer tiempo como le llaman ahora, a discutir cómo había estado el ensayo. En varias oportunidades fui a la casa de Ignacio en Avenida Argentina, en La Cisterna, a altas horas de la noche a buscar una plata que él tenía ahorrada para un auto que nunca se compró y le sacábamos una rueda, para poder seguir con la fiesta del grupo de teatro”, indicó.

“Ustedes como familia lo conocían, tenía una sonrisa, una carcajada que se le veían todos los dientes, era una persona muy alegre y muy buen amigo. Fueron tres años intensos. Después del golpe nos vimos unas tres o cuatro veces”, concluyó el profesor Aránguiz.

Luego el Presidente de la Sech dio por concluida la ceremonia en forma sencilla, íntima, pero enormemente simbólica.

Ultimo de izquierda a derecha el profesor Gabriel Aránguiz, director del Colectivo Memoria Puc.

Familia numerosa

La madre está al centro de la mesa dispuesta.
El padre vigila en la puerta entornada.
Ella distribuye el pan con manos dormidas,
él mantiene fresca el agua con su aliento cansado:
para los ausentes que se fueron,
para los invitados que no llegan.

Hay un silencio en los muros de la casa.

Jamás dudaron que una noche romperían sus brazos
y olvidarían sus rostros para combatir el horizonte
con pájaros en las alforjas y semillas en los zapatos.

Piensan si ya tarda el mensajero
con noticias que ya saben y aromas que aún respiran.

La madre reparte el pan.
El padre refresca el agua.
Se duerme la casa en un silencio de rostros,
se cubren los muros de huellas ausentes.

Era una familia numerosa: así nos dice la crónica del viento.

Poema de Ignacio Ossa Galdames.
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