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GRACIAS, OMAR LARA.

Es media noche, un nervioso silencio ocupa el espacio del hospital en el que yace Omar Lara; el poeta inaugura en la oscuridad su nuevo exilio, ahora hacia el misterio que se nos hace más insondable y enigmático que aquel Lima de 1974, Bucarest, o Madrid más tarde, después de salir de su Nueva Imperial hace ochenta años, volando sobre sus libros que ya se habían escrito en el primer aire con esa pluma rebelde que venía vertiendo una inmutable tinta roja.

Liany había subido a anunciárselo anticipadamente a César Vallejo allá en el Perú, hacía solo unos días, y mientras gritaba TRILCE, con la mirada extendida hacia el cielo de todos los mundos, entre las piedras que desfilaban desde Santiago de Chuco, empezaron también a propagarse las exclamaciones tristes y dulces en los ecos de Sorescu que a coro con Mihai Eminescu parecían decir que había vencido ahora una Jugada Maestra contra la vida. Esta vez ante el tribunal inapelable, el poeta no alcanzó a contar con el Argumento del Día.

La noticia viaja por Concepción, Santiago, Chillán, circula por una sombría soledad de la calle O’Higgins, donde ha tenido cobijo la Librería Lar, los talleres literarios, los festivales poéticos, la revista Trilce, con los artistas del acero; el sitio en que se pensó con agudo acierto la floreciente historia de las Ediciones Lar, genuina idea de difusión generosa y registro respetable de nuestra mejor literatura.

En la congelada, en la inmovilizada realidad, y en los más insulares estados humanos para procesar y padecer con dignidad la suerte que ha clausurado tus sagrados y fértiles días, seguimos contigo, sin embargo; nos acompaña tu creación, la voz en el auricular de tus seres amados, y la memoria recupera cada uno de los afortunados momentos que compartimos. Gracias, poeta Omar Lara.

Luis Contreras Jara

Presidente Filial Ñuble

Sociedad de Escritores de Chile

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