Los escritores opinan

El poeta Gonzalo Rojas a veinte años de su venida a Magallanes

Por Víctor Hernández

Hace unos días se completaron seis años de la partida del poeta y profesor Marino Muñoz Lagos y no hubo ninguna nota que recordara el hecho. Nos parece aún más grave, por cuanto se trata, por una parte, de un poeta de excepción (galardonado con el Premio Municipal de Santiago en 1971) y que hasta hace muy poco tiempo, ostentaba la difícil marca de ser el escritor que mantuvo inalterable durante casi siete décadas, una columna literaria en la prensa regional, logro que lo convirtió en un referente en las letras nacionales. Con otros autores ha ocurrido algo similar. En marzo se cumplieron veinte años de la partida de Carlos Vega Letelier (1916-2023), miembro de la Academia Chilena de la Lengua (1995) y Premio Municipal José Grimaldi 1998 y más recientemente, tenemos el caso de Ernesto Livacic Gazzano (1929-2007). El año pasado cuando nos aprestábamos a recordar los quince años del fallecimiento del catedrático universitario, Premio Nacional de Educación de 1993, comenzaron los festejos por el centenario de la publicación de “Desolación”, la ópera prima de Gabriela Mistral. A veces, una conmemoración opaca a otra. Estos errores involuntarios deben corregirse rápidamente creando un calendario anual de actividades culturales que permitan programar de manera racional los eventos y las conmemoraciones. La improvisación y el voluntarismo, ese deseo irrefrenable de querer hacer todo al mismo tiempo, que inevitablemente provoca confusión y desorden, no puede imponerse a la capacidad de planificar y organizar bien las cosas. 

Esperemos que esta suerte de omisiones no acontezca con otros autores magallánicos. Reparamos en que, en julio de este año se cumple el centenario del nacimiento de otro Premio Municipal de Literatura y miembro de la Academia Chilena de la Lengua como lo fue Silvestre Fugellie Mulcahy (1923-2018) y el 1 de junio de 2024, se conmemorará un cuarto de siglo de la muerte de la verdadera matriarca de los escritores regionales: Rosa Miranda Tijeras, conocida en el ambiente literario por su pseudónimo de Rosa de Amarante (1901-1999).

Se nos viene a la mente otros casos de escritores magallánicos que han pasado al olvido, pero lo significativo a nuestro juicio, y es lo que motiva en gran parte esta columna dominical, tiene que ver con grandes eventos artísticos, culturales y literarios realizados hace no mucho tiempo y que la comunidad ha olvidado por completo. Por ejemplo, la agrupación de adultos mayores, “Plumas Literarias”, efectuó desde el 2014 a 2019, un festival literario que incluyó la traída a Punta Arenas de importantes autores nacionales. Recordamos las ediciones de 2016, 17 y 18 en que contamos, entre otros, con la presencia de literatos como Astrid Fugellie, Marco Antonio de la Parra, Pablo Simonetti, Patricia Stambuk, Juan Antonio Massone, Ramón Díaz Eterovic, quienes además de compartir con la comunidad, presentaron sus últimas producciones y dictaron talleres literarios.

En el mismo tenor, recordamos también, algunas ediciones de la Feria del Libro y la venida al austro de reconocidos escritores como Poli Délano, Floridor Pérez, Patricio Manns, Jaime Collyer, Alberto Fuguet, Jorge Baradit, Guillermo Parvex. A veces pareciera como si jamás nos hubiéramos enterado que estos creadores estuvieron alguna vez en Magallanes. Lo extraño es que se trata de eventos relativamente recientes, que nos resultan dispersos, lejanos.

Dentro de esta idea o marco general, situamos el accionar de algunas asociaciones, que en un breve período de funcionamiento, consiguieron elevar varias iniciativas relevantes. Fue el caso de la Corporación Cultural Sur del Sur Patagonia que en 2003 obtuvo un fondo del Consejo Nacional del Libro para materializar el proyecto denominado “Ciclo: Los Premios Nacionales de Literatura. En el Invierno de la Provincia”, cuyo objetivo principal fue concretar la venida a Punta Arenas de reconocidos escritores chilenos y promover su interacción con la comunidad local. El hall principal de la sede regional de la Universidad Arcis fue el escenario donde poetas como Naín Nómez, Jaime Quezada y Raúl Zurita, que hacía no mucho acababa de ser investido Premio Nacional de Literatura (2000) pudieron departir con autores regionales, académicos, estudiantes y público amante de las letras y de la cultura. En la jornada inaugural se contó con la presencia estelar de un vate muy esperado en Magallanes: el laureado Gonzalo Rojas (1916-2011).

Cuando se produjo el encuentro entre el poeta y la comunidad magallánica, el miércoles 24 de septiembre de 2003, el escritor nacido en Lebu poseía una brillante trayectoria literaria jalonada con innumerables distinciones, entre ellos, el Premio Nacional de Literatura, la primera versión del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, ambos conferidos en 1992; el Premio José Hernández en 1997, en Argentina y el Premio Octavio Paz de poesía y ensayo, en 1998, en México.   

Gonzalo Rojas Pizarro se dio a conocer a temprana edad en el mundo literario. En 1934 obtuvo un primer lugar en un concurso poético organizado por el diario “El Tarapacá”, de Iquique. Más tarde, en la revista “Letras” del Liceo de Hombres de Concepción, publicó su ensayo “Los treinta años de Pablo Neruda”. Esto último coincidió con su ingreso a la Universidad de Chile, donde cursó un año la carrera de leyes hasta trasladarse en 1938 al Instituto Pedagógico de esa misma casa de estudios superiores, con el firme propósito de estudiar literatura.

Podría decirse que Gonzalo Rojas integró la llamada “Generación del 38” aunque él mismo reiteraba su identificación con el grupo surrealista “La Mandrágora”, conformado principalmente, por los poetas surrealistas Braulio Arenas, Jorge Cáceres, Teófilo Cid, Enrique Gómez Correa, quienes, a diferencia de los escritores adscritos al realismo social de Nicomedes Guzmán y Óscar Castro; a los angurrientos de Juan Godoy y Pedro de la Barra o, a los suprarrealistas de Miguel Serrano y Carlos Droguett, que sintonizaban con el proceso político que encarnaba el Frente Popular y el ascenso de Pedro Aguirre Cerda a la primera magistratura de la nación, preferían estar a tono con los movimientos vanguardistas europeos, o con las ideas estéticas propuestas en su momento por Vicente Huidobro.

En este convulso panorama de cambios políticos y sociales, Gonzalo Rojas comienza a ejercer la docencia en Atacama y luego, en Valparaíso donde despliega una intensa actividad de difusión cultural. De esta época data la aparición de su primer libro “La miseria del hombre” (1948) que fue recibido con beneplácito por los escritores y de manera dispar, por la crítica literaria. La edición de esta obra guarda estrecha relación con la participación del escritor en la fundación del Instituto Pedagógico de Valparaíso, (hoy Universidad de Playa Ancha de Ciencias de la Educación) y del comienzo de sus clases de literatura en la Universidad de Concepción (1952-1973)  que alcanzaron repercusión internacional.

De esta experiencia, surgirán, al alero de ese plantel universitario, además del Departamento de Español, las Escuelas de Temporada de Invierno, los Encuentros de Escritores de Chile y de América y las Escuelas Internacionales de Verano. Al respecto, a menudo se alude a Gonzalo Rojas como el principal ideólogo de los cónclaves literarios de 1958 en la U. de Concepción y en Chillán, donde los escritores nacionales abordaron la problemática generacional, los las temáticas, los contenidos y su relación con el lenguaje.

Dos años después, organizó en la U. de Concepción, el Primer Encuentro de Escritores Americanos que contó con la presencia de Fernando Alegría, Enrique Anderson Imbert, Lawrence Ferlinghetti, Allen Ginsberg, Joaquín Gutiérrez, Nicanor Parra, Ernesto Sábato y Volodia Teitelboim, entre algunos nombres. En esta misma dirección, creó en 1962 en función de los planteamientos “Imagen de América Latina” e “Imagen del hombre actual” un debate internacional que convocó a artistas, científicos, filósofos, literatos y otras personalidades, entre los que se contaban a Mario Benedetti, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Osvaldo Guayasamín, Robert Merton, Óscar Niemeyer, Augusto Roa Bastos, Frank Tannenbaum.

Para 1964 la Editorial Universitaria publicó su libro “Contra la muerte”, pieza clave de la poesía chilena contemporánea y que según el propio autor, lo hizo reconocido como literato en América Latina. Inmerso en las transformaciones estructurales que vivió nuestro país con las administraciones de Eduardo Frei y Salvador Allende, sirvió como agregado cultural en China y encargado de negocios en Cuba durante el gobierno de la Unidad Popular (1970-73).

El golpe de Estado de septiembre de 1973 supuso para Gonzalo Rojas un dramático cambio en su vida académica y en el ámbito personal. Expulsado del país, vivió exiliado durante toda la dictadura cívico militar, dando clases en la Universidad de Rostock (1974-75) en Alemania Oriental, en el Centro Rómulo Gallegos y en la Universidad Simón Bolívar de Venezuela (1975-1980); en las universidades estadounidenses de Columbia, Pittsburgh, Texas en Austin, Chicago (1980-85) y de Brigham Young (1985-1994).

Precisamente, durante estos veinte años fuera de Chile, el poeta vio la luz de muchas de sus obras. En 1977, en Caracas, la editorial Monte Ávila publicó “Oscuro”. Luego vendrían “Transtierro” en 1979; “Antología breve”, 1981; “Del relámpago”, 1981; “50 poemas”, 1982; “Críptico y otros poemas”, 1984; “El alumbrado”, 1986; “El alumbrado y otros poemas”, 1987; “Antología personal”, 1988; “Esquizotexto y otros poemas”, 1988; “Desocupado lector”, 1990; “Zumbido”, 1991; “Antología de aire”, 1991; “Las hermosas, poesías de amor”, 1991; “Cinco visiones”, 1992; “Carta a Huidobro y Morbo y Aura del mal”, 1994.

De regreso en Chile, se conocieron los títulos, “Río Turbio, El Kultrún/Barba de Palo”, 1996; “80 veces nadie”, 1997; “Obra selecta”, 1997; Tres poemas, 1998; “Diálogo con Ovidio”, 2000”; “Metamorfosis de lo mismo”, 2000; “Antología poética, 2000”; “¿Qué se ama cuando se ama? 2000; “poesía esencial”, 2001; “Hombre es baile, mujer es igualmente baile”, 2001; Gonzalo Rojas en breve”, 2001; “Al silencio”, 2002; “La palabra placer y otros poemas”, 2002; “Del ocio sagrado”, 2002; “Réquiem de la mariposa”, 2002; “No haya corrupción”, 2003; “Inconcluso”, 2003.

Precedido de este impresionante currículum, Gonzalo Rojas sostuvo un recordado encuentro con la comunidad de Punta Arenas. En el Liceo Sara Braun se dio el tiempo para leer varias de sus principales composiciones líricas, ante un alumnado que mostró empatía y cercanía con su trabajo literario.

El diario “La Prensa Austral” por medio del periodista Marcelo Pérez Gómez publicó una entrevista el 25 de septiembre de 2003 en donde el poeta muestra su agrado por el coloquio con los jóvenes del día anterior: “Me cautivó la desinhibición de ellos, porque es un signo de libertad y en un país que es tan sinuoso y no dice las cosas de modo directo llama la atención esa franqueza e irreverencia, pero a la vez de gran concentración. No hubo ninguna pregunta que sobrara, ellos me encantaron”.

Ante la consulta sobre un diálogo escritural con los exponentes de la literatura en Magallanes y sobre los temas que atraviesan esa discusión, el poeta expresó su personal punto de vista: “Hay una búsqueda de lo genuino porque hoy no está en vigencia lo que estaba cuando yo tenía 20 años. Las famosas vanguardias literarias hoy no existen y la preocupación de muchos escritores es qué hacer en un escenario de tanto desamparo, porque no hay utopías ideológicas ni estéticas. Entonces, en este páramo de grandes desconfianzas no hay asideros y al escritor de oficio se le hace un problema, o le preocupa por lo menos”. Y frente al centralismo que caracteriza a la industria editorial chilena, el poeta respondió: “Los escritores de regiones hoy tienen bastante impulso y aparecen y tienen su prestancia en la capital. Falta, por cierto, un mayor reconocimiento. Si preguntamos a un muchacho que vaya por la calle Estado o la calle Moneda cuáles son los escritores que hay de Temuco para allá…no saben que hay figuras muy estimables por aquí abajo. Claro que al mismo tiempo hay una especie de presunción, y que no se enojen mis paisanos del sur, que creen que ellos son mejores que los del centro de Chile”.

A fines de ese año 2003, Gonzalo Rojas obtuvo el Premio Cervantes, el más prestigioso en las letras hispanoamericanas y, pese, a que continuaron editándose nuevos textos del poeta, el 25 de abril de 2011, nos enteramos de su fallecimiento. Tenía 94 años.

En 2016, año del centenario de su nacimiento, el doctor en literatura Christian Formoso y quien escribe estas líneas, ejecutaron una iniciativa con el apoyo del antiguo Consejo Regional de la Cultura y de las Artes, tendiente a llevar la obra del poeta al aula.

Se decidió trabajar con alumnos de establecimientos municipales. Se contó con la participación de cursos del Liceo Luis Alberto Barrera, de la Casa Azul del Arte, del Liceo Politécnico Raúl Silva Henríquez, del Liceo Juan Bautista Contardi, del Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA) y de los internos de la cárcel de Punta Arenas. Para realizar esta lúdica experiencia los encargados del proyecto seleccionaron tres textos poéticos de Rojas: “Carbón”, “Carta del suicida” y “Gato Negro a la vista”.

La modalidad de trabajo implicó hacer una breve contextualización de la vida y obra del poeta para,  a continuación, adentrarnos en el análisis de los textos escogidos. Después de dos meses de labor con las instituciones descritas, los ejecutores del proyecto presentaron sus conclusiones preliminares, que en lo esencial, establecía que no existían talleres literarios en ninguno de los establecimientos en que se impartió la iniciativa. Además, con la excepción de la sala de lectura del Centro Penitenciario, en que se podían ubicar los títulos, “La miseria del hombre”, “Qedeshím Qedeshóth” y “Contra la muerte”, no se disponía de libros de Gonzalo Rojas en las bibliotecas de los otros recintos.

Se pudo comprobar la existencia de nuevos valores literarios, que lamentablemente, no contaban con una preparación sistemática en el ejercicio de la literatura. Los autores sugirieron formar clubes de lectura, con los libros que se requería leer. De esta manera, con el apoyo de los Ministerios de Educación y de Cultura, se imponía la elaboración de un cronograma literario que permitiera a escritores compartir periódicamente con los estudiantes.

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