Los escritores opinan

Día del libro

Miguel de Loyola

 

Nos acercamos otra vez a la celebración del llamado Día del libro. Una fiesta que se ha hecho tradicional en el mundo entero. Se conmemora, a su vez, el nacimiento de dos inmortales de la literatura: Cervantes y Shakespeare. Recordarlos, constituye una excepción en medio de la posmodernidad que ha preferido cortar puentes con el pasado, dejando al hombre liberado de viejas ataduras. Es mejor vivir el presente, sin duda. El hombre es puro presente, sostenía Jean Paul Sartre por allá, a mediado de los años 50. No tenemos otra posibilidad, aseguraba el filósofo. Sin embargo, reconocemos que hay ciertos compromisos con la historia y con la vida misma que -no sólo nos fuerzan a mirar hacia atrás- sino también a recoger la experiencia de los antecesores.

La fiesta del libro busca, desde luego, reivindicar al libro en tanto objeto portador de la cultura. Es una dura tarea, cuando existen tantos otros medios que están jugando un rol tendiente a sacarlo del escenario.  El libro no posee los atributos buscados hoy por las nuevas generaciones,  requiere de un tiempo de lectura que muy pocos están dispuestos a otorgar. Se necesita concentración unívoca, algo que tampoco poseen las nuevas generaciones abiertas a mil variantes, a todas las variantes posibles. Es cosa de ver usar los celulares conectados a Internet, es cosa de observar cómo hacen uso de las computadoras… El libro, en cambio, es un objeto que nos detiene, nos detiene en el tiempo y en el espacio, nos paraliza en medio de la velocidad de este nuevo siglo. Se requiere de una concentración muy particular, y del interés, el cual debe proveerlo el propio libro. Y, por cierto, muchos, o los más, no despiertan en el lector ningún tipo de interés. Hoy existen en el mundo más editoriales que nunca. Nunca en la historia de la humanidad se habían producido tantos libros. Todas sacan cientos de miles de libros. No hay selección de nada, y los libros buenos salen en medio de los libros malos. Los libros malos, como sabemos, pudren o matan los buenos, porque seleccionar en medio de un millar resulta una tarea infructuosa, y, sabemos, una fruta podrida termina pudriendo otras.  El fenómeno es difícil, cada vez más complejo. Hay una Industria del libro, así como la hay del vino, leche, galletas, autos… que ha intervenido y sigue interviniendo para mal del libro. Toda vez que se busca hacer negocio con los libros, el libro pierde valor en tanto objeto cultural.

El Día del libro busca reivindicar los buenos libros, sin embargo, comprobamos que son las mismas editoriales quienes promueven la conmemoración para sus propios intereses. Y las más grandes imponen, desde luego, como ocurre en cualquier asunto comercial. El pez más grande se come al más chico. No es ninguna novedad, pero vale volver a repetirlo. Entonces ocurre que en el Día del libro dichas editoriales suben sus ventas, sin que exista nadie en el mundo capaz de hacer un control de calidad de sus productos. Muchas de ellas, sabemos, sólo venden basura y terminan por imponerla a las masas como buena mercancía, como una verdadera revelación de algo asombroso, sin serlo, por cierto. Otras, subsidiadas por el Estado, también saben hacer su negocio, imprimiendo libros relacionados con gobiernos e ideologías de turno, y aunque nadie los leerá jamás, los imponen en las bibliotecas estatales, después de vendérselos al mismo Estado que ha subsidiado su publicación. En medio de este caos, en medio de esta clima donde priman intereses de este tipo, resulta imposible hablar del día del libro en términos de ser éste, portador de la cultura. Sencillamente, sólo termina siendo el portador de intereses económicos.

Hoy celebramos el Día del libro que nos imponen los medios, la publicidad. Pero nada se nos dice de aquellos que están al margen del poderío de ésta señora. De los que están fuera del mercado, aquellos de los que nadie habla, ni hablará. Aquellos que, como los primeros libros de Cervantes, sólo el tiempo reivindicara.

Miguel de Loyola ha publicado “Presuntos implicados”, novela, 2016, Editorial Piélago, Chile; “El estudiante de literatura”, novela, 2013, Editorial Niram Art, Madrid; “Pasajeros en tránsito”, cuentos, 2013, Prosa Amerian Editores, Buenos Aires; “Cuentos Interprovinciales”, 2012, Proa American Editores, Buenos Aires; “Esa vieja nostalgia”, 2010, Bravo y Allende Editores; “Cuentos del Maule”, 2006, Bravo y Allende Editores; “El desenredo”, nouvelle, 2004, Bravo y Allende editores; “Despedida de Soltero”, novela, 1999, Lom Ediciones; “Bienvenido sea el día” cuentos, 1991, Ediciones Mar del Plata. Es secretario de redacción de la Revista Literaria Proa, Argentina y miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile. www.migueldeloyola.wordpress.com

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