Los escritores opinan

Escritor. Ensayista y muy esencialmente cuentista. Hoy está en cuarentena en un antiguo barrio de la comuna de Independencia en Santiago de Chile. Un barrio que antes tuvo una marcada presencia de comerciantes emigrantes de origen palestino y libanés y que hoy acoge a familias de peruanos, ecuatorianos y haitianos. Mientras, la comuna permanece a nivel nacional entre las doce con mayor contagio.

“Mientras los piratas estén a cargo del barco seguiremos en la misma. A la vuelta de ésta, hay que disputarles seriamente el timón”.

                                                       En medio de la pandemia Leandro Urbina dice que necesita salir a pagar su cuenta de celular. También comenta que es para caminar un poco y uno le descree, porque muy posiblemente aprovecha para fisgonear su barrio y así escribir nuevas historias que tienen un brutal parecido con la realidad.

La mirada de Urbina es irónica e irreverente. Hoy, pareciera estar retornado de su extendido exilio entre Buenos Aires y América del Norte, pero la verdad es que de su asentamiento nunca habrá absoluta certeza. Estudió en el Instituto Nacional y tiene el grado académico de PhD, con especialidad en Literatura Latinoamericana de la Catholic University of America. Antes del exilio, estudió Licenciatura en Literatura en la Universidad de Chile. Ha sido docente en la Carleton University, Ottawa University (Canadá) y en la Universidad Católica de Washington DC. Acá, en las universidades de Chile, USACh y Alberto Hurtado.

Su cuarentena transcurre entre varias habitaciones de su más que centenaria casa. Allí están repartidos sus tesoros: algunos miles de libros en varios idiomas que cuida y consulta.  Ese sitio patrimonial en uso, sobrevive rodeado de edificios que le quitan durante algunas horas el calor del sol, por ello esas gruesas paredes de adobe revestido no alcanzan a acumular todo el calor necesario. Entonces, sólo queda resistir al modo de Leandro que también  sabe ser ácido cuando se lo propone para decir exactamente lo que piensa, aunque duela, suene duro y transgresor. En medio del terror y de semanas con tanta muerte, la suya es una voz de memoria y de futuros inciertos. Seguramente, punza buscando la reacción y el despertar de sus lectores.

Lo conocí hace varios años como docente en un postgrado de literatura en la Universidad de Chile. Enseñaba a los cronistas que “descubrían y conquistaban” estos nuevos territorios. Luego lo reencontré en un curso sobre la Revolución Mexicana. Para después conocerlo durante años como mi tutor de tesis. 

En un ejemplar de colección de La Bicicleta que se numera como el 5, datado en noviembre-diciembre de 1979, quedaría publicado en la sección opinión un texto fechado en París, en marzo de 1979. Su autora, la profesora y crítica literaria Soledad Bianchi, lo escribió dando respuesta a una publicación de Eduardo Anguita aparecida en El Mercurio meses antes.

Anguita en su texto “se lamenta que no existan novelas chilenas que den cuenta de la realidad vivida entre 1970 y nuestros días”. Bianchi le responde que es “justamente en el exilio donde han sido producidas”. Y luego enumera novelas y además se extiende a colecciones sobre cuentos y es ahí cuando lo reconoce: “entre los que destaca al joven Leandro Urbina, nacido en 1949, con Las malas juntas (Toronto, 1978)”.

Leandro Urbina, es autor de numerosas obras incluso traducidas a otros idiomas.»My beautiful Buenos Aires» en Chilean Writers in Exile, Short novels editado por Fernando Alegría. The Crossing Press, New York, 1982. «El pasajero del aire (fragmento)» in Narrativa Hispanoamericana, vol. 7, editado por Ángel Flores. Siglo XXI Editores, México, 1983. Cobro revertido [novela] (Planeta, reeditada por LOM, 2003) Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, 1994. Las Malas Juntas [cuentos] (Planeta, reeditados por editorial Akal, 2000, reeditado en versión completa por LOM, 2010). O las diversas ediciones de Las memorias del Baruni (2009) Calabaza del Diablo. Y  Derrumbe (2015) por LOM. Sería muy extenso enumerar la obra de este escritor en numerosos ensayos conformando antologías o estudios varios sobre literatura latinoamericana. Lo mismo que sus trabajos de columnista.

Un cuento titulado Derrumbe

De la obra de Urbina hay un cuento incluido en su libro Derrumbe que varios años antes de esta pandemia podría retratarlo. Vamos a ese texto como introducción a la entrevista.

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Un hijo acompaña a su nonagenaria madre en una casa frente al mar y al sol. Para quienes conocemos a Leandro, podría ser él perfectamente, hace algunos años atrás en Isla Negra.

-¿Crees que se acabará el mundo pronto? – oigo que me pregunta.

-Sí- le respondo seco, porque apenas entiendo la pregunta.

-¿Y cómo?-insiste

-¿Quieres una profecía?-bostezo largamente y ella se ríe.

-Quiero saber qué piensas.

-Bueno, escucha: el día menos pensado, el mundo va a estallar. No me preguntes las causas porque las ignoro: un meteorito, la saturación de gases, la voluntad de Yahvé. Con la explosión, nuestra raza maldita se va a desintegrar en pedacitos de carne y huesos triturados que sacudirán el aire, contaminando todo el universo a su alcance. La generación de los malignos, la calaña cargada de maldad y codicia, va a emponzoñar con sus astillas fétidas los más bellos lugares del cosmos, heredad tras heredad, mundo tras mundo. Los ángeles limpiadores tardarán muchos siglos en expurgar nuestra carroña. Al final, de la tierra no va a quedar nada, ni rastros de lo que fue, amén.

-Aaah – replica ella con histriónica indiferencia-. Yo voy  a estar bien muerta para entonces. Voy a ser puro polvo. Conmigo los ángeles no tendrán mucho trabajo, les bastará usar un plumero- sonríe y sin decir más, vuelve la cara hacia el mar reluciente.

Pandemias y literatura

– Las pandemias, pestes, virus o como se les llame vienen de lejos en la historia de la humanidad. La literatura ha realizado ese registro desde muy diversos géneros. ¿Cuál consideras tú, desde la condición de escritor y/o científico, es la particularidad de la actual? ¿Qué la torna singular?

– El lenguaje ha cambiado. La ciencia utiliza un lenguaje autónomo, que en este caso, ha sido configurado desde una ciencia de las epidemias que puede actuar, mejor o peor, a través de las tecnologías disponibles para controlar los fenómenos infecciosos.

Nuestra herencia textual, que trata de pestes, plagas, epidemias, pandemias es de variada especie. El reconocimiento, la descripción y la búsqueda de causas, más los intentos de encontrar cura eran completamente distintos a lo que vemos hoy.

En primer lugar, quienes registraban estos fenómenos eran mayormente historiadores, cronistas o escritores de lo que llamamos literatura. Estos producían documentos que testimoniaban la existencia de estas temibles enfermedades y sus consecuencias fatídicas, pero en un examen más cuidadoso te das cuenta que estos vienen cargados de sentidos religiosos y morales que no tienen mucho que ver con la peste misma.

En la Ilíada, Homero instala la causa de la peste que cae sobre los aqueos en el rapto de Criseida, la joven hija de Crises, sacerdote de Apolo, por Agamenón. Crises ruega la ayuda de Apolo y éste se presenta en el campamento aqueo e “iba semejante a la noche” y lanza sus flechas y “una maligna peste suscitó en el ejército, y perecían las huestes porque al sacerdote Crises había deshonrado el Atrida”. Homero añade detalles a este motivo, pero el lector concluye que la peste es un castigo en un conflicto de honor en el que el dios funciona como vengador.

En el siglo VIII a.C. y cerca de 400 años después de Homero, el historiador Tucídides en la Historia de la guerra del Peloponeso, describió los síntomas generales de la epidemia que a su parecer vendría de Etiopía. “En la ciudad de Atenas se presentó de repente”. De esta sorpresiva visita, Tucídides hace una observación minuciosa cuyo objetivo es que “en el caso de que un día sobreviniera de nuevo, se estaría en las mejores condiciones para no errar el diagnóstico, al saber algo de antemano…” y añade a continuación, “yo mismo padecí la enfermedad y vi personalmente a otros que la sufrían”. Aquí no hay dioses vengadores, pero existe el propósito de advertir, de prestar un servicio a la sociedad futura. Recurre para legitimar su narrativa, a su propia experiencia, él ha sido un testigo sufriente de lo que cuenta.

Podríamos seguir. Albert Camus publica La Peste en 1947, el escenario es el puerto de Oran, en Argelia, que ha sido golpeado por la peste en 1944. La peste camusiana es traída por las ratas y se trata nada menos que de la bubónica o peste negra. Esta ha sido leída, a insinuación del autor, como una alegoría de la ocupación de Francia por los nazis, que serían la peste negra por el color de sus uniformes. Por supuesto que hay otras lecturas, pero eso te indica cómo la literatura construye significados de todo tipo a partir de la peste.

Pandemia y economía

– Pareciera estar existiendo en el curso de la pandemia una muy fuerte contradicción entre protección y productividad. Se requieren cuerpos sanos para volver a la “normalidad”. La peste amenaza la normalidad de esos cuerpos disponibles. De hecho, la contradicción más permanente ha sido y es la salud y sus cuidados versus la producción y sus peligros. Hoy lejos de haber recetas hay múltiples respuestas y cada país ensaya la propia sobre cuando entrar en cuarentena y cuando descuarentenarse. Nadie hoy y a priori sabe con certeza el resultado de su receta. ¿Cómo lo aprecias?

– Eso es parte del escenario de las pestes. En la Edad Media, cuando desapareció, en el desdichado siglo XIV un número  importante de la población campesina europea, la agricultura se vino abajo. La peste negra se hizo presente al final del periodo de crisis agrícola, la gran hambruna, y de la llamada Guerra de los 100 años. Se supone que desapareció un tercio de la población y obviamente las tareas de producción dependían en gran medida de la mano de obra.

Pero en nuestro tiempo, ese no es el problema. La tecnología, los robots, la inteligencia artificial reemplazan de manera creciente a los trabajadores. Si la clase propietaria pudiera reemplazar completamente el trabajo humano, sería la felicidad total. Por algo se habla de la Utopía tecnológica, y de la posible desaparición del proletariado que sería reemplazado por el precariado.

En realidad, no importa cuando empiece o termine una cuarentena, el escenario cambió y los grupos empresariales y el gobierno que les pertenece ya están planificando, sin interlocutores, el nuevo trato que intentarán imponer cuando esto pase. Ni siquiera creo que les preocupe mucho si los resultados de la administración de la pandemia son buenos. Pueden generar realidad con apoyo de los medios de comunicación y el respaldo de las fuerzas armadas. En nuestro caso, la “nueva normalidad” ocupará alguna receta copiada de nuestras potencias favoritas con algunos toques de ingenio de los poderes locales.

– ¿Qué es o puede ser y significar la literatura respecto de las ciencias? ¿Y las ciencias respecto de la literatura? ¿Crees que la literatura puede ser anticipadora de los conflictos éticos que en algún momento estarán presentes para la ciencia? Por ejemplo: ¿qué sucederá con la primera vacuna efectiva para la Covid 19? ¿Cómo asignar ventiladores? ¿Cómo decidir a qué enfermo asignar un recurso entre una persona joven y un adulto mayor con enfermedades crónicas?

– Uno de los temas centrales de la literatura universal ha sido la muerte. Desde el Gilgamesh mesopotámico hasta nuestros días la reflexión sobre la muerte, sobre la inmortalidad y todo lo relacionado a este evento, ha producido millones de páginas, buenas y malas. En algunos casos la literatura secuestra algunos episodios que corresponden a la historia de las ciencias y los traduce a sus propias leyes. Sin duda, los géneros de anticipación han intentado crear futuros que corresponden a los deseos o a los sueños de ciertas comunidades y estos pueden ser utopías o distopías. Pero, aun así, nuestra extinción, en cualquier marco ético, sigue siendo nuestra obsesión. Supongo que las eutanasias disimuladas, las vacunas y ventiladores, saldrán en algún momento a ocupar espacio literario, pero por ahora esos son temas de los que se ocupa el periodismo.

– ¿En tu producción literaria/científica y en tu quehacer docente recuerdas vínculos con las pandemias? ¿Podrías ejemplificar?

– Las enfermedades infecciosas no son mi especialidad; sí lo son las pandemias políticas cuando se disfrazan de peste. Si enseñas cursos de literatura colonial latinoamericana, es inevitable tocar el tema cuando se tratan las invasiones europeas del nuevo mundo. La catástrofe demográfica sufrida por los pueblos mesoamericanos, fue la peste actuando como una bomba biológica. De una población estimada en 25 millones se calcula que murieron entre 12 a 15 millones.

Pero, respetando el registro histórico, a los que estudiamos literatura nos interesa también el registro emotivo. En los “Cantos tristes de la conquista”, capítulo XV de la Visión de los vencidos, un poeta nahua anónimo escribe (fragmento):

Destechadas están las casas

Enrojecidos tienen sus muros.

Gusanos pululan por calles y plazas,

Y en las paredes están salpicados los sesos.

Rojas están las aguas, están como teñidas,

Y cuando las bebimos,

Es como si bebiéramos agua de salitre.

Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe,

y era nuestra herencia una red de agujeros.

Desde la literatura buscamos acercarnos a la expresión de dolor que testimonia esta cultura en particular y admiramos sus vínculos con la elegía clásica del otro lado del Atlántico. El dolor encuentra en la poesía su expresión universal. En Tenochtitlan la muerte está en las paredes, en las calles, las plazas, en el agua y el hombre golpea muros en esos notables dos últimos versos, que son dignos del mejor de los poetas.

¿Una guerra entre humanos y animales?

– De las creencias de castigos divinos hemos transitado a que las pestes son efectos de la depredación, la tala de bosques, la alteración de sistemas naturales, la acidificación de los océanos, los deshielos de los polos, etc. Se dice que los modelos de producción depredadores han liberado cadenas de virus dormidos. ¿Podrías explayarte respecto a este diagnóstico? ¿Podrían existir otras teorías convivientes?

– No dejes afuera a nuestros sufridos animales, esos que nos alimentan previa matanza. Hay algunos que te dirían que ésta es una guerra entre los humanos y los animales que de cuando en cuando tienen la oportunidad de vengarse atacándonos con sus propias armas. La vaca loca, el porcino o chancho, las aves domésticas y las ratas portadoras de pulgas autoras de la plaga. Ahora le tocó al murciélago, según dicen. Todas estas enfermedades que trasmiten los animales al hombre de manera natural las llaman zoonosis y se producen por contacto cercano, directo o indirecto. Si les estamos quitando cada vez más territorio a los animales, si saqueamos su hábitat, no es raro que el contacto directo sea cada vez mayor. Es increíble ver cómo, mientras estamos confinados, salen algunos de ellos a pasear por las calles, a buscar comida en los basureros o simplemente a curiosear. Pero la creencia humana de que el mundo es nuestro, que Dios puso todo en esta tierra para nosotros y que podemos devorar todo, va a terminar devorándonos.

¿Y qué hacemos? Nada

– En la historia de la salud chilena, lo público, el Estado ha sido trascendente. Las vacunaciones, códigos sanitarios, planes higiénicos y otras respuestas se originaron en el Estado y desde la Universidad de Chile a fines del 1800 y todo no sin controversias. El agua potable o descontaminada es esencial para enfrentar una pandemia. Hoy Chile tiene una situación de estrés hídrico en más de la mitad de su territorio. ¿Qué opinión tienes al respecto desde tu saber? ¿Qué grado de autoconciencia tenemos?

– Un mal chileno es enunciar nuestros pecados y después no hacer nada. La confesión nos deja más livianos y no nos obliga. Conversando con un taxista, que son nuestros filósofos de la vida cotidiana, afirmaba rotundamente que los chilenos somos dejados y ladrones de capitán a paje, de arriba a abajo. Le dije que estaba de acuerdo y él replicó que todos estábamos de acuerdo, que todos sus pasajeros estaban de acuerdo. ¿Y qué hacemos? me dijo. Nada, le contesté. Exacto, nada. Y ahí se acabó la conversación

Nuestras elites son ineptas, buenas para enriquecerse ellas y sus amigos. Tratan de sostener el poder para que no cambien las condiciones en las que ejercen sus privilegios, pero pensar un país que pueda satisfacer las demandas básicas de todos sus habitantes, no está en la agenda. Si no hay un negocio detrás de cada movida, no sirve. ¿Es que nuestros científicos no saben de la escases hídrica? ¿Es que no podemos construir embalses para retener el agua que se pierde cada vez que tenemos lluvias? ¿Es que tenemos que pasarles toda el agua a los amigos que plantan paltos para que en Alemania coman las populares paltas? ¿Y los políticos dueños de derechos de agua? Todo eso lo sabemos y siempre grandes sectores de nuestro país, con pandemia o sin pandemia, se tendrán que ponerse a la cola para conseguir agua de camión. Además, se les pide que se laven las manos lo más seguido posible porque eso evita los contagios. Da risa y no es para la risa.

A veces, esas cosas llegan a pasar a la literatura, pero depende del estado de cultura. Nuestra cultura está contaminada de neoliberalismo, de castas encerradas en sí mismas que creen que su modelo de vida y sus preocupaciones son lo más importante. Hablan desde la televisión. Eso puede ser materia de representación literaria, pero ¿valdrá la pena?

El futuro será con Covid 19

– ¿Es posible imaginar el planeta post Covid 19? ¿Cómo sería idealmente para cada uno de ustedes?

– Creo que el futuro será planeta con covid-19. Tendremos que integrar a este nuevo poblador que ha salido del anonimato, hacerle espacio en nuestras casas, querámoslo o no. Invitarlo a ver alguna serie de Netflix. Ahí va a estar, siempre con nosotros, aunque nos vacunen. Esto me recuerda la genial obra Los invasores de Egon Wolff. Claro que a los invasores humanos los puedes echar a balazos, a nuestro nuevo virus, no.

– La pandemia nos aísla, nos separa como comunidad. Cuidarnos significa taparnos el rostro frente a los otros y distanciarnos. A la vez que nos empujan al aislamiento, al encierro, a la perdida de la socialización directa, nos ofrecen contar con las redes sociales. Parece obvio entender que la superación de la pandemia es evitar ser portador o reproductor del contagio. Se producen conductas y decisiones fuertemente individuales (volar en helicóptero, mentir respecto a una segunda vivienda o armar fiestas clandestinas y un extendido etcétera). A la vez se requiere actuar contemplando a los otros, considerando que somos comunidad barrio, ciudad, país, continente y planeta. ¿Cómo aprecias eso de apariencia tan contradictoria?

– La gente con plata en este país y en otros, va a hacer siempre lo que se les antoja, para ellos no hay castigo. Los que no tienen mucho van a organizar alguna fiestita desobediente para ganarse unos buenos pesos. ¿No nos han metido hasta el cansancio la idea de que hay que ser emprendedores, que hay que tomar riesgos? El mismo presidente es un emprendedor que ha tomado riesgos.

En cuanto a que en la pandemia tenemos que cuidarnos, como tú dices, tapándonos el rostro frente a los otros y distanciándonos, creo que hace rato que en este país la gente se tapa el rostro y anda distanciada. Los gestos de solidaridad surgen de vez en cuando, desde algún lugar de la memoria histórica, pero aquí hegemoniza la ideología de que cada cual mata su toro y el resto no me importa.

– El panoptismo social puede ser una eficiente respuesta frente a una pandemia, pero una enfermedad letal para una pretendida democracia representativa o robusta. Las pandemias crean y refuerzan vigilancias, que además hoy con la existencia en red tienen múltiples formas. ¿Cuál es el grado mínimo y máximo de libertad posible en un mundo atravesado por pandemias? ¿El cuidado de la salud a costa de la libertad?

– El problema es que yo no creo que haya democracia en Chile. Aquí hay un grupo al mando que toma decisiones por cuenta propia y con sus intereses muy a la vista. No consultan a nadie, no sólo frente a la pandemia, que puede exacerbar el autoritarismo, sino incluso sin pandemia. Estos son los tipos que manejan el sistema, los que deciden si tienes trabajo o no, a qué colegio puedes ir, qué puedes consumir, qué puedes comer, cómo tienes que vestirte si quieres ser considerado, cuántos impuestos tienes que pagar si trabajas, en qué se va a gastar ese dinero, etc. A la gente de mi barrio, no vienen a preguntarle qué necesidades tienen, vienen a pedir el voto cuando corresponde y chao. En eso los más decentes, en general, han sido los alcaldes, los demás están en otra. Son pestilencia.

– El rol de los equipos de salud a nivel planetario está siendo épico y reconocido. Esa actuación de equipos humanos, tecnológicos y farmacéuticos ha sanado a cientos de miles. ¿Después del Covid 19 crees que los sistemas de salud quedaran en revisión o ajuste para nuevas pandemias?

No sé, hay tantas pruebas de que cuando lo peor pasa nos vamos a la playa. Es probable que en vez de generar fondos para la ciencia y la investigación y tener disponible lo necesario para enfrentar próximas irrupciones de “este enemigo poderoso, cruel e implacable, que no respeta a nada ni a nadie”, harán borrón y cuenta nueva. Lo más seguro es que se hará una fiesta para celebrar que tenemos menos muertos que Brasil.

– ¿Tienes proyectos de escribir sobre las pestes y las pandemias?

– Estoy planeando un libro antológico y minucioso sobre todo lo mejor que han escrito los historiadores y los autores que consideramos literarios sobre pestes y pandemias. Voy a empezar con los griegos y terminar lo más cerca posible de nuestros días. Ojalá fuera un libro que puedas leer en el metro, sin máscara. No encuentro nada de Chile, por ahora.

¿Esperanzas de qué?

– ¿Cómo es tu quehacer en pandemia? ¿Un mensaje esperanzador en medio de tantas noticias desalentadoras y terroríficas?

– Leer y maravillarme de la estupidez de los que siempre dicen luchar contra la muerte, esa que siempre llega bajo una forma u otra, pero que hablan falsamente del respeto por la vida y actúan en contra de ella. No creo en la esperanza, la esperanza es pasiva, es esperar confiado que venga algo bueno, algo que deseamos.

No hay que tener esperanzas, ¿esperanzas de qué? De que nos bajen las cuentas y nos suban las pensiones, de que el banco y las farmacias no nos caguen, de que tengamos mejor acceso a la salud, a la cultura, de que no se lucre hasta del aire, de ser más felices. No voy a citar una vez más a Lampedusa, pero mientras los piratas estén a cargo del barco seguiremos en la misma. A la vuelta de ésta, hay que disputarles seriamente el timón.

En cuarentena por la peste, Santiago de Chile, Junio 2020.

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