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“VOCES EN CONCIERTO”: LA LECTURA EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS

Reseña literarias de Rafael Pineda.

MONTEVIDEO, Uruguay -Gunther, un concertista inglés que recorre el mundo interpretando piezas de Rachmaninóff, tiene una esposa, Vera, quien cada día le dispensa atenciones, cuidados y amor.  Entre ellos se interpone Pamela, una admiradora que lo sigue sin importar el lugar o la distancia donde sean sus presentaciones.

Este sería el envolvente preámbulo para el entramado de la novela “Voces en concierto”, de Raquel Moure Davis, una de las obras con las que me he reencontrado en estos días que estoy pasando una “cuarentena” que jamás habría imaginado.  

A través de las páginas de este libro he sostenido un dialogo con gente que ama la música y he emprendido un viaje por ciudades y grandes escenarios.

La autora construye un argumento de  encuentros y desencuentros; desenlaces inesperados nos descubren las vidas de seres humanos de distintas épocas, tendencias, gustos y orientaciones  en una narración de estilo coloquial y surrealista. 

Son los amores y las vidas de gente de la alta sociedad que se ha encontrado en el ir y venir de ciudades europeas. El lector es introducido al mundo de un espectáculo de arte clásico, de forma tan vívida y palpable que nos parece estar en vivo allí.  

Una  tarde, cuando en el horizonte el sol muestra sus últimos rayos, un hombre atraído por la música,  llega al teatro donde lo esperan los sonidos de un piano que será tocado por uno de los grandes concertistas del momento, Gunther,  quien ejecutará notables creaciones de los genios de la historia musical. Esa tarde empieza una historia de enamoramiento, triunfo, derrotas y fraccionamiento de una pareja que se conoció en la distancia de los tiempos cuando él,  Gunther, daba sus primeros amagos en el mundo de la música.

Los acomodadores del teatro tienen su propio mundo, aman la música, se entretienen enterándose de la vida personal de los artistas y de la vida íntima de los que van muy seguido a los espectáculos.  Los acomodadores Hugo, Andrés, Alfredo, Tomás (tratando de parecerse a Rod Stewart, modelo de identidad intemporal).  Estos personajes se visten y desvisten,  recorren pasillos, atienden a los que van a los conciertos a lucir sus vidas más allá de la indiferencia con que los miren los otros parroquianos.

Como si nos fuera a contar una tragedia griega,  Raquel Moure cuenta el mundo en un teatro valiéndose de los recursos  que pone a su alcance una pareja de convivencia feliz, en cuyas vidas aparece una intrusa que llega a causar incertidumbre, dudas y conflicto, contrariando la intimidad del pianista y su mujer.

Si nos ponemos el traje de Hugo, imaginamos que faltan escasos minutos para las 5 y media de la tarde, caminando con pasos apurados llegamos al teatro, entramos mirando con la debida discreción a la izquierda y a la derecha, cuidándonos de que no aparezca,  como el mes pasado, un gato saltando o algún intruso salido de las sombras.

Gunther, el protagonista,  pianista notable, arrastra miles de seguidores a sus conciertos,  tanto que en el preciso momento en que  faltan instantes para las 5 y media de la tarde, su esposa, tras el incidente sostenido con el intruso que tocó la puerta del camarín donde el hombre se relajaba, tuvo que recordar otro incidente acontecido años atrás:  “…en un teatro italiano, cuando apareció como surgida de la nada una mujer que se prendió frenéticamente del brazo de su marido en el instante que este iba en dirección al escenario  para iniciar el concierto, solicitándole un autógrafo.  La mujer se mostró histérica jurando que de allí no se iba sin el autógrafo del divo y hubo necesidad de llamar a la seguridad que la sacó en andas”.

La novela nos conduce a los primeros años de enamoramiento entre Gunther y Vera, la que ahora es su esposa y a los escenarios de Viena, Italia, París, en la época de gloria de la música clásica.  Irrumpe en el relato la presencia de Pamela, una mujer que algún momento de su juventud también tuvo una relación sentimental con Gunther; esa tarde ha llegado al teatro más  interesada  en un acercamiento con el pianista, que en el concierto.   

Pamela se acomoda en una butaca de la fila diez, con los ojos puestos en Gunther sin percatarse que detrás de ella, en la fila 11, está sentado Germán quien, apartando “de sí las pequeñeces de su vida insípida se entrega al encanto de una música envolvente”.  Mientras Pamela se concentra en la vida de Gunter, Germán se concentra en la de Pamela, recordando que en el pasado ellos tuvieron una relación que quisiera reconstruir.

Son encuentros y desencuentros de la vida.  Raquel Moure Davis busca entrarnos en esa ilógica del ser humano, personajes reunidos allí por la pasión hacia la música clásica y por los recuerdos de amores perdidos.  Se refleja la vida aristocrática de una sociedad con individuos que niegan renunciar a su pasado.

Las  voces  que se oyen en el sonido del piano, en el murmullo que se reproduce en la sala, en la voz del locutor avisando “el espectáculo va a comenzar, se solicita al respetable público guardar silencio en la sala”.

El párrafo de la página 82 que les comparto,  ilustra las tribulaciones de uno de los protagonistas del relato:

“Y la mujer en cuestión ubicada en fila diez de platea permanecía absorta, ajena al malestar de Vera surgido a partir de aquella ojeada desde el palco “avant scene”.  Al igual que ella, Pamela también recreaba parte de su vida haciéndose preguntas.  Hasta cuándo me impedirá la entrada, hasta cuándo deberé enfrentarme a un prohibido pasar, y así, hasta el cansancio desconociendo la existencia de cierta similitud entre ambas, ya que de las vivencias de una y otra, – transitorias las de Pamela y permanentes las de Vera- se podría atestiguar que los días junto a Gunther estaban hechos de aquellos raros momentos en que él se tomaba un respiro de la música y accedía a compartir parte de sus horas”.

Estamos convocados a las interioridades de un teatro y al mundo de la música clásica.  La primera parte del concierto ofrecido por nuestro protagonista es nada menos que el Preludio número 5 en Si Bemol Mayor Opus 23 del “Concierto Primavera”,  de Sergei Vassilievich Rachmaninóff.

Y la segunda parte es “Concierto 3” para piano y orquesta en Re menor Opus 30, también de Rachmaninóff.

Anotamos que en la poesía existe una corriente llamada poesía maldita y existen los poetas malditos;  el Conde de Lautréamont es uno de ellos, Rimbaut es otro.  En la música no sé si existe o se denomina, pero la verdad, son impresionantes estos conciertos, considerados macabros, los más difíciles para un concertista.

Por tocar estos conciertos algunos pianistas cayeron en el hoyo de la locura.  Se conoce el caso de David Helfgott, quien enloqueció bajo la pasión “del demoníaco concierto” de Rachmaninóff, cayendo en éxtasis en el escenario,  mientras lo tocaba.  Helfgott entró en una esquizofrenia que no pudo superar.

Estos dos conciertos de Rachmaninóff, considerados muy complicados, son acometidos por Gunther una misma noche, en un mismo programa,  olvidando y probablemente, sufriendo las complicaciones que conlleva interpretarlos.

Raquel Moure Davies es de Uruguay.  Ha publicado anteriormente las novelas Andenes; Los jueves, Rosa; El cuarto de Van Gogh; El último hotel y el libro de cuentos Relatos desde el ascensor. Ha recibido en dos ocasiones el premio del Ministerio de Educación y Cultura por cuentos èditos e inéditos. Voces en Concierto (Ediciones Botella al Mar, colección Narrativa uruguaya, 2018, es su quinta novela.

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