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Las dimensiones de la soledad

Vistas desde fuera, las dimensiones de la soledad y el deseo en el otro siempre son un enigma, a lo más se pueden hacer conjeturas observando su conducta o bien escuchando sus propias confesiones y las infidencias de terceros. Camino hacia ese acercamiento casi siempre se pisa el palito de lo supuestamente oculto y hasta de los prejuicios. Con mayor razón en el caso de Drago, protagonista de esta novela, un hombre menudo, al que todo el mundo suele llamar el Enano. Un hombre doblemente exiliado. Primero, desde el momento en que los ojos del padre alzaron un muro de desprecio al advertir que su ansiado retoño estaba en las antípodas de heredar su cuerpada de gigantón. Segundo, cuando, ya adulto, se marcha al exilio, junto a miles de compatriotas, después del derrocamiento de Salvador Allende.

Drago recala en los caprichosos extramuros sociales de una ciudad sueca, donde se incorpora al mundo de los exiliados latinoamericanos y de otra gente llegada desde distintos confines. Allí participa de las actividades culturales de este conglomerado, donde se le aprecia por su talento sobre todo con la palabra, aunque esto no lo libre de convertirse en un enano prácticamente legendario. En este sentido, conviene aclarar que Drago, aparte de la estatura, no tiene las otras características físicas que suelen observarse en este tipo de personas. Tampoco se parece mucho a los enanos de la Literatura. Por más que el padre lo hubiera obligado a estudiar para jockey, fracasó; se ve que no tenía el talento ni la vocación del protagonista de La ruta de Flandes, de Claude Simon; menos aún la capacidad de adaptarse a las circunstancias más siniestras hasta transformarse en una mascota del Tercer Reich, como es el caso del personaje de Günter Grass en El tambor de hojalata; tampoco tiene un talante resentido y maligno como El enano, de Pär Lagerkvist. Y si bien por ráfagas se muestra iracundo, de manera alguna se debe a aquello que Rabelais, en Gargantúa y Pantagruel, atribuye a unos pigmeos: tener el corazón muy cerca de la mierda.

Drago desde la más tierna infancia arrastra heridas causadas por la falta de afecto y por la discriminación debida a su tamaño. Al parecer esto no le ha impedido buscar incansablemente el amor y la satisfacción de sus deseos eróticos, según podemos inferir a medida que transitamos por las amenas páginas de Sin ti mi cama es ancha. Porque entre los muchos aspectos notables de esta novela destaca la forma en que la historia de su enano es contada.

Yo diría que está narrada desde la ausencia. Me explico: Drago desaparece intempestivamente en las semanas previas al espectáculo cultural que, bajo su dirección, preparan unos refugiados latinoamericanos. El grupo entra en pánico ante el posible fracaso, ya que sus miembros consideran a su enano una figura imprescindible. Se preguntan dónde se podrá haber metido este, y buscando respuestas cada uno, cual más cual menos, empieza a contar lo que sabe de la vida de Drago. Surge así la historia de un individuo narrada en forma fragmentaria y polifónica. Pero la novela es mucho más que eso, también nos habla de la nostalgia, los anhelos, las rivalidades, las frustraciones y el desarraigo que atraviesan la existencia de unos exiliados en una ciudad al sur de Suecia. Todo esto sin olvidarnos de los procesos escriturales que muy sutilmente se dejan entrever.

Jorge Calvo, en Sin ti mi cama es ancha, vuelve a encantarnos con sus dotes de narrador, capaz de crear y poblar un mundo muy propio y no por ello menos universal. Así nos presenta una historia que al mismo tiempo que nos cautiva, nos escarba las entrañas para ahondar en la naturaleza humana. Este es el tenor de una novela que, además, no vacila cuando entra en diálogo con grandes obras de la Literatura.

Sergio Infante Reñasco

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