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HUÉSPED DEL AIRE

de Theodoro Elssaca

La pandemia nos azota. De epidemia a pandemia, cuando el virus viaja entre los continentes, para amenazar con llegar a ser endemia y sindemia.

La pandemia nos somete a cuarentena y el escritor mira desde su ventana, siente el impulso de violar las normas y salir a ese parque que invita a pasear en el naciente otoño de 2020, con un sol suave, calor delicioso sin agobios, una brisa. Pero las hermosas muchachas que trotan libres y alegres, los niños que juegan sin celular en la mano, los hombres jóvenes haciendo sus gimnasias y otros cercamos a los 60 practicando yoga o Tai Chi, todos ellos, todos, han desaparecido, se han evaporado en las instrucciones de una autoridad que a veces cree que estos es una guerra, aunque los generales opinen lo contrario.

El escritor, tentado por el silencio citadino y el vacío de los prados y los escaños, quiere atravesar la legalidad para simplemente sentirse libre y gozar la soledad en el espacio público.

Prima, sin embargo, su sentido de responsabilidad, de padre de familia inevitablemente obligado a dar ejemplo y ser consecuente, consistente, coherente y todas esas exigencias silenciosas de una moral construida en la confrontación de tentaciones y la vivencia de tantos que cayeron y nunca se levantaron.

Entonces…

Entonces nace Huésped del Aire, el libro en el cual Theodoro el escritor rebelde se sube para viajar por el tiempo y los espacios. No sabe si es siempre su memoria o es su deseo, si es lo que aprendió estudiando y escuchando o lo que vivió en encarnaciones intensas en las que no discierne todavía si creer o no. Lo concreto es que comienzan a aparecer en medio de las sombras de un parque, que ve por la ventana, todos los personajes que lo estremecen. Cervantes, Shakespeare, Petrarca, Borges, Lihn, Parra (todos los Parra, por si acaso), Huidobro, Neruda, Barquero, Luis Sepúlveda, Guíñez sin ir más lejos o Gabriela Mistral recuperada por las nuevas generaciones.

Recorre épocas, epidemias y pandemias, pestes que sacudieron a la humanidad y junto a ello en un entretenido relato va tomando de la mano a todos los personajes de su vida, los que conoció y los que murieron sin haberlo visto nacer siquiera, para construir un encadenamiento mágico. Cafés literarios, bares, restoranes, librerías, edificios, monumentos, pero sobre todo miedos que se aplacan con anécdotas sabrosas y entretenidas, donde la ciudad que habitamos es un tejido literario que se articula en torno a la historia viva, narración y sentido.

En esta nueva cuarentena, que quizás no sea la última, nos entrega lo que escribió en el duro período de otoño e invierno de 2020, derramando su cultura amplia, completa y compleja, humanizando héroes y haciendo que los lectores podamos compartir un vaso de vino con quienes ya no están, con quienes aún quieren circular por las calles, como los griegos peripatéticos, por Las Lanzas, de Ñuñoa, y los numerosos cafés, bares y restoranes que están cerrando para siempre por falta de clientes. No solo porque se han muerto tantos escritores, sino porque la enfermedad ha obligado a suspender las tertulias, los abrazos de escritores, amantes y borrachos que ahora se encierran en anaqueles o en el salón de la casa. Elssaca, el escritor, se siente invitado por el aire y nos lleva a pasear con todos ellos, por todas las tierras, al más puro estilo del flâneur baudeleriano,conquistando y reencantando lugares de manera creativa y simbólica, en ciudades como Santiago, México, Madrid, Frankfurt o París, en las que ha trabajado.

El libro es hermoso, fino, culto y fácil de leer. Entretiene, nos hace reír, nos agita la nostalgia, nos desafía, pero sobre todo nos cobija con un abrazo paternal o maternal para pasar la nueva cuarentena pandemial y seguir caminando. Porque cuando pase la cuarentena nos sentiremos tentados para ir a la Plaza Ñuñoa o a las calles del centro de Santiago o a recorrer Madrid y Barcelona, avanzar por París y con este libro como guía turística, visitaremos librerías, bibliotecas, poetas, artistas y parques que nuevamente se llenarán de muchachas y muchachos haciendo deporte y personas mayores descubriendo el Yoga o el Tai Chi, hombres leyendo y niños y niñas corriendo detrás de una pelota.

Los prologuistas, Graciela Bucci y Fernando Lolas, escriben con placer y afecto, analizando el libro de un modo inteligente. Ellos nos ayudan a sacar partido de una obra que quedará para siempre en los anales y será recurso habitual para pasar encierros de este tipo u otro, sobre todo esos silencios prolongados de las soledades de amor.

En la portada aparece un médico, vestido a la usanza de la Edad Media cuando azotaban las pestes. Hoy se visten de astronautas.

Es una señal: si vamos a protegernos, que no sea soñando con ir al espacio exterior, sino enraizándonos en un mundo tan hermoso y que nos necesita.

Jaime Hales

Santiago, abril de 2021

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