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Hace quince años volvió a nuestra ciudad, el poeta Rolando Cárdenas

No podemos dejar que se vaya este fatídico y a la vez aleccionador año 2020 sin recordar un hecho histórico y literario fundamental para nuestra región. A las 13 horas y 25 minutos del domingo 30 de octubre de 2005 aterrizaba en el aeropuerto Carlos Ibáñez del Campo, el vuelo procedente de Santiago que traía el ánfora con los restos del mítico vate magallánico, Rolando Cárdenas a su tierra natal, Punta Arenas.

Fue una tarea titánica desplegada en los últimos meses de 2005, que involucró el esfuerzo conjunto y la preocupación de muchas voluntades, familiares del autor, distintas personalidades del mundo del arte, la educación y la cultura de Magallanes; la Ilustre Municipalidad de Punta Arenas y de la Sociedad de Escritores de Chile, filial Magallanes.

El presidente de esta última organización, Dinko Pavlov Miranda, visiblemente emocionado señalaba ese mediodía a los principales medios de comunicación locales que “este hecho no sólo enorgullece a Magallanes, sino que también a todo el país”.

No era para menos. Por esos mismos días –octubre de 2005- se cumplían quince años del fallecimiento de Rolando Cárdenas, acontecido en Santiago, un 17 de octubre de 1990. Los escritores amigos Ramón Díaz Eterovic y Jaime Quezada, habían realizado gestiones a nombre de la Sociedad de Escritores de Chile para sepultar los restos del poeta en un nicho provisorio. A partir de ese instante, y, a medida que transcurría el tiempo, recuperar el cuerpo de Cárdenas y traerlo a Magallanes se convirtió en una obsesión para familiares y amigos. En una crónica publicada por “La Prensa Austral” el 9 de junio de 2003, su hermana Clorinda manifestaba su evidente preocupación “por el destino final que pudieran tener los restos de mi hermano, considerando que este año expira el plazo de arriendo del nicho”. En esa nota, Clorinda Cárdenas, argumentaba además, no estar en condiciones económicas para costear los gastos del traslado.

Desentrañando la figura del poeta.

“Nueva York 11”. Es la dirección de un bar muy cotizado por jóvenes bohemios, aprendices de poetas y poetas de verdad. También, algunos narradores. Le dicen “La Unión Chica”, para diferenciarlo del Club de la Unión, que levanta por ahí cerca su vetusta casona. Este bar de los escritores tiene una larga y nutrida historia y muchos parroquianos. Hoy falta a la cita sin firmar su rol el poeta magallánico Rolando Cárdenas, uno de sus más férreos y puntuales clientes.

(…) El poeta, el autor de sus líneas temblorosas, se ha ido para siempre. Se lo llevó la muerte dura y Rolando Cárdenas lo sabía, en la premonición exacta de los vates, que por algo son los que vaticinan. En el reino terrenal quedan sus versos atravesados por la emoción, sus palabras que urdieron ese maravilloso cañamazo que sólo puede explicar la poesía misma en sus delirios”.

Con estos dos párrafos, iniciaba y concluía el 1 de noviembre de 1990, su tradicional crónica literaria semanal en el diario La Prensa Austral, el profesor y poeta Marino Muñoz Lagos.

El comentario revelaba además, de forma implícita, la época en que muchos escritores sobrevivían al llamado “apagón cultural”, como muy bien lo describió Ramón Díaz Eterovic en el prólogo dedicado a las Obras Completas de Rolando Cárdenas titulado “Alguien nos reconocerá a la vuelta de una esquina”, en donde el vate magallánico junto a Jorge Teillier y un puñado de amigos, entre ellos, Carlos Molina Ventura, Carlos Olivarez, Álvaro Ruiz, Roberto Araya Gallegos, Enrique Valdés, Iván Teillier, Juan Guzmán Paredes, Aristóteles España, Ramón Carmona, el dibujante Germán Arestizábal, acompañados a veces por Francisco Coloane, Gonzalo Drago, Mario Ferrero, Nicanor Parra y Gonzalo Rojas, hicieron de la Unión Chica “un lugar de encuentro, de oasis poético, mientras más allá del vaivén de su  puerta, la vida se pintaba con el tono negro de la dictadura”.

Rolando Cárdenas a menudo se nos presenta junto a los autores mencionados como un sobreviviente de la antigua bohemia santiaguina marcada por su intensa actividad política, social y cultural. Cineastas, escritores, y periodistas han registrado en distintos soportes, la vida de una ciudad bullente en personajes, lugares y situaciones que hicieron de Santiago una de las capitales más cosmopolitas de Latinoamérica.

Oreste Plath, (1907-1996) uno de los mayores estudiosos del folclor y de la cultura chilena, al cumplirse el primer año del fallecimiento del autor, nos legó un maravilloso documento que fue publicado por la editorial Grijalbo con el apoyo de la Biblioteca Nacional. “El Santiago que se fue. Apuntes de la memoria”, es un texto clásico que nos retrotrae, al decir de Plath, en el prólogo que dejó escrito para la futura edición de la obra, en “Lugares, hechos, personas, escritores. Anécdotas enlazadas con la vida literaria y los acontecimientos, con la aparición y la desaparición de revistas literarias, tertulias, cafés, bares, restaurantes de una época que partió con nosotros y que como fue parte mía la estoy contando. Se fueron ellas y quedamos nosotros. No son historias, son encuentros. Confesiones, autobiografías, tiempo que se entronca, casas particulares, comercio, calles y actividades de escritores. Calles del pasado que el tiempo borró. Tranvías que dejaron sus rieles bajo el pavimento. Mi amiga la ciudad”.

Al leer el texto de Plath, surge de inmediato la siguiente interrogante: ¿En qué momento y qué ocurrió para que desapareciera la antigua bohemia santiaguina?

Deducimos que este cambio cultural se produjo por la aplicación sistemática durante la dictadura Cívico – militar, (1973-1990) de las prerrogativas que hizo el ejecutivo del Estado de Sitio y del Toque de Queda, medidas que redujeron las libertades civiles y terminaron gradualmente con la tradicional bohemia y vida nocturna santiaguina.

Ahora bien, Rolando Cárdenas y varios de los escritores mencionados, fueron los últimos sobrevivientes de la época anterior, e hicieron de la “Unión Chica”, una suerte de domicilio que les permitió establecer una resistencia cultural al proceso de modernización que se incubaba en la sociedad chilena desde la década del ochenta del pasado milenio.

Es aquí donde se presenta otra paradoja. ¿Cómo explicar, que Rolando Cárdenas, un humilde hijo de magallánicos, lograra el reconocimiento de su obra poética por parte de críticos y lectores capitalinos, con motivos y temáticas eminentemente australes?

Nacido en Punta Arenas, el 23 de marzo de 1933, su padre Tomás Cárdenas, fue un ovejero oriundo de Curaco de Vélez, Chiloé. Mientras que Natividad Vera, su madre, fue una esforzada dueña de casa que  compartió a sus hijos las primeras lecturas infantiles. A los once años quedó huérfano de padre y madre. Su abuela, Candelaria Barrientos, asumió la crianza de Rolando y de su hermana Clorinda.

El futuro escritor estudió en la escuela Nº15 de Punta Arenas y luego, en el Liceo Industrial Armando Quezada Acharán, de nuestra ciudad. Aunque existen testimonios de su gusto por la literatura, no se conservan registros que ratifiquen esa cualidad en aquella época.

Después de laborar por dos años en la Empresa Nacional del Petróleo (Enap), viajó a Santiago a estudiar a la Universidad Técnica del Estado, donde obtuvo el título de Constructor Civil. Es en su etapa como estudiante universitario en que inicia su actividad literaria. Algunos poemas suyos son publicados en las revistas Orfeo y en el Boletín de la Universidad de Chile.

En 1959 el jurado compuesto por Julio Barrenechea, Enrique Lihn y Roberto Meza Fuentes distinguió con el primer lugar al volumen de doce poemas “Tránsito breve”, en el marco del Concurso de Literatura organizado por la Federación de Estudiantes de Chile (Fech).

Al año siguiente, el poemario “En el invierno de la provincia” fue premiado en el concurso literario de la Sociedad de Escritores de Chile, (Sech) entidad que publicó el texto, en colaboración con Editorial Universitaria, en 1963. El aclamado crítico nacional, Ricardo Latcham definió a Rolando Cárdenas como “uno de los más originales autores del último decenio”.

En 1964 se conoció el libro “Personajes de mi ciudad”, el que contiene siete composiciones poéticas e ilustraciones de Guillermo Deisler.

El año 1972 marca uno de sus mayores hitos literarios y también, de reconocimiento público. Con las diecisiete creaciones de “Poemas migratorios” obtuvo el Premio Pedro de Oña concedido por la Ilustre Municipalidad de Ñuñoa. En tanto, el prestigioso Premio Casa de las Américas, en Cuba, le concedió una mención honrosa por tres de sus poemas, convirtiéndose en el único poeta chileno en recibir esa distinción.

Ese año se produjo su reencuentro con su amada Punta Arenas. El 14 de marzo ofreció un recital poético en el aula magna de la sede regional de la Universidad Técnica del Estado, antesala para la edición en 1974, de “Poemas migratorios”, considerado por Alfonso Calderón, crítico y futuro Premio Nacional de Literatura como “un libro destinado a sobrevivir , sin desmesura, expone algo como lo maravilloso cotidiano, trazando una mitología magallánica que es una provocación al misterio, una provocación que preserva un mundo que aún no termina por desaparecer”.

Más adelante, Rolando Cárdenas será uno de los invitados especiales del Segundo Encuentro Nacional de Escritores Magallánicos, grandioso evento literario y cultural efectuado en Punta Arenas, a fines de octubre de 1982. Es la última visita que realizará a su tierra natal.    

Su despedida de la ciudad coincidirá también, con el ostracismo del poeta. Si bien, en 1986 publicó el libro “Qué, tras esos muros”, su participación en actividades literarias se reduce al mínimo. Se le ve con frecuencia en el refugio López Velarde, de la Sociedad de Escritores de Chile.

En 1990 falleció quien fuera su pareja por dos décadas, Eliana Oyarzo. Esta pérdida irreparable aceleró el final de Rolando Cárdenas. Días antes de partir, legó a su amigo Carlos Olivarez, un libro inédito denominado “Vastos imperios”.

Revalorización de su obra.

La muerte de Rolando Cárdenas supuso la recuperación de su trabajo literario, loable iniciativa llevada adelante por uno de sus amigos más cercanos: Ramón Díaz Eterovic. Este escritor magallánico, conocido a nivel mundial por su dominio de la novela policial, acometió el proyecto de reunir en un solo volumen la Obra Completa de Cárdenas.

Bajo el sello “La Gota Pura”, la primera edición apareció en Santiago en 1994. El propio Díaz Eterovic explica en su emotivo prólogo, la justificación de este trabajo:

“Este libro tuvo su origen en horas tristes. Quiere ser un homenaje al amigo, un reconocimiento al poeta y un gesto en contra de la amnesia que afecta nuestra memoria política, social y literaria. Rolando Cárdenas es un nombre especial en nuestra poesía, y espero que el reconocimiento que en vida se le negó, tenga una segunda oportunidad con la difusión de este libro que recoge los cinco poemarios que Rolando Cárdenas publicara en vida: Tránsito breve, En el invierno de la provincia, Personajes de mi ciudad, Poemas migratorios y Qué, tras esos muros. A ellos se suma el poemario Vastos imperios, inédito hasta la fecha”.  

No fue necesario realizar ese trabajo de difusión como pronosticó Díaz Eterovic,  para que el conjunto de la obra de Rolando Cárdenas fuera conocida y apreciada. Apenas llegó la Obra Completa a las principales universidades y bibliotecas públicas del país, la poesía de Cárdenas empezó a estudiarse como un todo. Pocos reparaban en que ese volumen contenía cinco libros, escritos y publicados en distintas épocas, e incluía otro inédito.

El éxito de la primera edición, motivó una reimpresión llevada a efecto en 2001 por la Corporación Cultural Sur del Sur, al alero de la Ilustre Municipalidad de Punta Arenas. Creemos, que el magnífico estudio preliminar de Díaz Eterovic contribuyó a posicionar esta Obra Completa, incorporando las ideas principales de otros autores, para establecer las relaciones históricas y literarias que habitan en la poesía de Rolando Cárdenas.

En primer lugar, situar el contenido de la llamada “poesía de los lares”, término acuñado por Jorge Teillier en 1965, que en lo medular, plantea una reintegración al paisaje y la descripción de ambientes que rodean a los poetas. Bajo esta premisa, estamos ante una poesía sensorial, espontánea y natural, que se opone a otros tipos de construcción poética centrada en lo formal y estructural. A juicio de Díaz Eterovic, los intérpretes más destacados de esta tendencia son, además del fundador, Alberto Rubio, Pablo Guíñez, Marino Muñoz Lagos, Alfonso Calderón, Efraín Barquero y Carlos de Rokha.

A este grupo perteneció Rolando Cárdenas, cuya poesía se diferencia de los otros autores nombrados, al decir de Waldo Rojas, porque “la geografía austral, su clima riguroso, el paraje desolado, imprime un sistema de elementos sobre los que el poeta elabora su discurso”. El mismo Cárdenas, consultado por su libro “En el invierno de la provincia”, entregó algunas pistas que sirven para interpretar su veta creadora: “Creo que en él encuentran carta de ciudadanía la lluvia, la escarcha, la nieve, la pampa y la soledad, que son los componentes telúricos de la naturaleza de aquellas regiones y los ingredientes de mi propio canto. Quien conozca la belleza salvaje de aquellos parajes me entenderá cuando hablo de la “sombra de la luz blanca del hielo” o de los “desvelados fantasmas que rondan por encima del mar desierto”.

Punta Arenas recibe a Rolando Cárdenas.

Dijimos al comienzo de esta crónica que el reencuentro del poeta con su ciudad natal estuvo matizada por varias actividades. El domingo 30 de octubre de 2005, integrantes de la Sociedad de Escritores de Chile, filial Magallanes, intervenimos, llevando el ánfora que contenía los restos de Rolando, varios Centros Sociales, entre estos, el Club de Suboficiales en Retiro de las Fuerzas Armadas Sargento Aldea, la Sociedad de Empleados de Comercio, el restaurant  Zurich y distintos locales nocturnos de Punta Arenas. Rolando Cárdenas estaba de vuelta.

El mayor problema lo tuvimos en la mañana del lluvioso lunes 31 de octubre, cuando comprendimos que habíamos extraviado el ánfora del poeta en un local de calle Balmaceda. Sin levantar sospechas, una comitiva de escritores partió a recuperar el cántaro, operación llevada con éxito, lo que permitió que, alrededor del mediodía, en un emotivo homenaje se procediera a depositar las cenizas de nuestro poeta en el columbario del Cementerio Municipal Sara Braun. 

Más tarde, en el desaparecido Bar Bulnes, ubicado en la Avenida del mismo nombre esquina Maipú, Pavel Oyarzún y quien escribe estas líneas, elaboramos el guión para la velada artística de la tarde en el Teatro Municipal José Bohr, que contó con la participación de un grupo de escritoras, de poetas jóvenes y los campeones regionales de cueca. Los profesores Arturo Mansilla, Jorge Risco y el coro Intermezzo interpretaron sentidas composiciones. El grupo folclórico Hoshken musicalizó el poema “Dime” y entregó una versión especial de “Corazón de Escarcha”. A nombre de los escritores hablaron Aristóteles España, Reinaldo Lacámara Calaf, secretario de la Sech y nuestro presidente, Dinko Pavlov Miranda.

Quedan cosas por retomar. Colocar el nombre del poeta en la galería de personajes destacados para acceder al Columbario del cementerio y esculpir, algún poema del vate en alguna arteria importante de la ciudad.

Eso para recomenzar… 

Víctor Mauricio Hernández Godoy. Presidente Sociedad de Escritores de Magallanes

Texto original sobre Rolando Cárdenas, publicado en El Magallanes, el domingo 20 de diciembre de 2020.

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