Escritor del Mes

LAS PALABRAS

(Daniel de la Vega, 1892-1971)



Son arcas de milagro. Nuestros grandes anhelos
se dicen con palabras claras. La poesía
de verdad, amanece más diáfana que el día.
Hablar con sencillez es un don de los cielos.

En la historia de la literatura chilena, la figura de Daniel de la Vega es uno de los pilares que sostiene nuestra tradición literaria. No solo porque antes de los treinta años era uno de los más prominentes poetas de Chile, sino también porque su ejercicio escritural se amplió a otros géneros literarios; dramaturgia y crónica periodística.

Es relativamente fácil construir y visualizar en él una línea de tiempo; en 1912 fue redactor y fundador de la revista Pluma y Lápiz y del diario La Mañana, El Mercurio y Las últimas Noticias. Fue en esta etapa, precisamente, donde mantiene amistad con los más importantes autores del 1900:  Fernando SantivánEduardo BarriosÁngel Cruchaga Santa María. No resulta una idea desmedida afirmar que quizá tuvo lazos con la Colonia Tolstoiana de 1904, ejercicio artístico que se avecindó en San Bernardo y que, desafortunadamente, duró solo meses, pero que aun así, dejó una marca en la memoria de las letras y las artes en Chile. 

Su actividad traspasó los límites de la escritura y fue agregado cultural de la Embajada de Chile en España el año 1953. Esto da cuenta del valor que se les daba a los escritores en el desarrollo del arte nacional en esos años y que, para mala fortuna, hoy está muy lejos de ser una práctica que quiera replicarse.  

El año 1917 fue incluido en Selva Lírica, un espacioso y minucioso estudio sobre la poesía chilena. Ahí ya tenía un nombre que le había dado reputación, que se transformaría luego, en un respeto irrestricto de sus pares. En su poesía,  su voz poética o su tono lírico, cada composición mana de un hablante que está detrás de los setos, cerca de la tierra, lo que podría ser, sin temor a equivocarnos,  un primer ejercicio lárico dentro de la poesía nacional, larismo que hicieron suyos, posteriormente, Jorge Teillier y Efraín barquero, por mencionar solo a dos de los más reconocidos. Claro está, la vida de campo, el acontecer de sectores rurales y el lenguaje henchido de una sencillez estremecedora, abundan en sus poemas. Esta característica, sostenida por un lirismo delicado,  hizo de él un poeta leíble por todas y todos. 

Si bien su obra poética tiene un invaluable sitial dentro de la historia o el desarrollo de la poesía en Chile, será, en el caso de Daniel de la Vega, el periodismo y precisamente, la crónica periodística la que lo ubicará dentro de los más grandes autores que ha dado esta tierra. Aquí, en esta observación es necesario aclarar algo; si se define a la crónica como «un género híbrido, que participa a la vez de los rasgos de los géneros informativos y de los interpretativos, con un predominio de los primeros sobre los segundos», debemos reconocer, como el mayor de los cronistas  chilenos y latinoamericanos, a Daniel de la Vega. En su obra “ Confesiones imperdonables”, memorable antología selecta de sus crónicas en cuatro tomos, Daniel de la Vega deja ver una escritura sencilla, cargada de emotividad que logró, durante más de 40 años, conmover, estremecer y practicar el sarcasmo de un modo que no se había visto. Quizá podríamos observar, en los cronistas chilenos de los 90, cierto acercamiento a Daniel de la Vega, similitud que podría estar conectada, hoy por hoy, por un afán de referir situaciones que no son tratadas por medios tradicionales. Pensemos en las redes sociales, en las crónicas que ciudadanos que no precisamente se consideran escritores, realizan día a día para dar cuenta de eventos que no son abrigados por las plataformas informativas convencionales.    

La labor de Daniel de la Vega fue reconocida en diversas ocasiones y a través de distintos premios: En 1941 obtuvo el Premio Atenea; en 1953 el Premio Nacional de Literatura y en 1962, el Premio Nacional de Periodismo y el Premio Nacional de Artes, mención Teatro.

De su abundante obra, destacan La música que pasa (1915), Las instantáneas (1927), Luz de candilejas (1930), Fechas apuntadas en la pared (1932), Andanzas de un cronista de teatro (1927) y Confesiones imperdonables (1962-1967).

Daniel de la Vega murió en Santiago, el 29 de julio de 1971.

Yuri Pérez

Escritor

Junio, 2021

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